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Café exprés


Una semana intensa


Lunes: Abro mi bandeja de correo electrónico. En la mañana mientras tomaba una ducha sentí una sensación como la que estaba sintiendo ahora mismo y que no puedo expresar con palabras, amén de que me dedico a escribir. Es algo inenarrable, extraño, el estómago se encoge para luego expandirse y gozar. Justo así sentí en la mañana y justo así sentí cuando abría la bandeja de mi correo electrónico.


Es una actividad que hago diario, revisar mi mail, desde que tuve una cuenta con mi nombre, allá cuando fui estudiante de la facultad de letras de la Universidad de Colima. Lo primero que vi al a abrir la ventana del correo fue un mensaje de la editorial Círculo Rojo anunciando a los ganadores del segundo concurso de minificción de terror y suspenso. Recordé de inmediato que yo había participado, meses atrás, en esa convocatoria. ¿Habré ganado, habré perdido, habré pasado sin pena ni gloria? Abrí el mensaje…


Sí, el nervio es interesante, es lo que no puedo narrar amén de que sea escritor, no sé, es una sensación única, es como estar al filo de la butaca en el cine, cuando una película te tiene así y sientes cosas. No somos robots.


Empecé a leer…


Anunciaban a los ganadores…


Eran tres lugares y el primero se llevaba una cierta cantidad de dinero en euros…


No aparecía mi nombre ni el primer, menos el segundo y tampoco en el tercero. Ni modo, pensé, suerte para la otra, pensé, ni hablar, pensé.


Seguí leyendo y la segunda edición del certamen internacional de microrrelatos convocado por Editorial Círculo Rojo donde se recibieron más de quinientos microrrelatos de más de doscientos sesenta escritores, no solo de España, sino también de países como Chile, Argentina, México, Guinea, Suiza, o Inglaterra, entre otros, me había seleccionado junto con ochenta escritores más a formar parte de una antología editada en España por la famosa editorial.


Y ahí estaba, lo pude leer, aparecía mi nombre. Lo leí una segunda vez y sí, era yo o por lo menos ahí lo decía. Recordé que sí sabía leer. Me di una cachetada para verificar que no se trataba de un sueño y me dolió. Mi compañera de oficina me preguntó que qué pasaba, le dije que nada, que me había matado un zancudo, que regresara a su trabajo de la cual, seguramente, la saqué. Volví a leer una tercera vez y, en efecto, ese de ahí era yo. Gracias.


Las dos reglas eran que fuese una minificción que tuviese menos de trescientas palabras y que la temática fuera terror y/o suspenso.


Jueves misma semana: Llevé a cabo la inauguración de mi sala de lectura que lleva por nombre: Un capitán de quince años. Un sueño largamente deseado desde el momento que decidí tomar un diplomado sobre la profesionalización de Mediadores de Sala de Lectura. Por fin lo vi hecho realidad. La sala tendrá un acervo interesante con libros para todas las edades, gustos y géneros. Será un lugar incluyente donde compartir la lectura y la escritura serán prioridad.


Viernes misma semana: Empecé a laborar desde las seis y media de la mañana. Tenía cita en el colegio Anáhuac (prepa) para dar una charla con los chicos y chicas de lugar. Martín Aguilar me extendió la invitación días atrás y era un hecho y ahí estaba, temprano.


El día transcurrió normal, fui a dos grupos a charlar un rato. Creo que los entretuve, nos reímos, fue divertido y leímos mucho, a ambos grupos los invité a que visitaran mi sala de lectura, esperemos que tenga éxito esa prerrogativa. O privilegio.


Salí del colegio a eso de las diez, me fui directo a mi oficina porque ya era tarde, en la tarde me tocaría dar un taller en Tecomán y tenía algunos pendientes con ciertas convocatorias que tienen que salir ahora para las jornadas del libro universitario.


Llegué y abrí mi correo, abrí el Facebook y el archivo para redactar (ya lo tenía hecho sólo era cuestión de revisar detalles) la convocatoria del concurso de lectura en voz alta. No le di mucha importancia la red social ni a mi correo, en eso, una ventana muy insiste de chat empezó a llamar demasiado mi atención y a distraerme. Mi amigo Juan Carlos Recinos, excelente poeta, me solicitaba charlar o estaba diciendo algo. Leí la convocatoria y le corregí ciertos detalles ignorando al buen Recinos, ignorándolo de momento, porque tenía ese pendiente, pendiente, jajaja.


Todavía fui al baño y, al regresar a mi computadora me acordé de mi buen camarada Recinos y ahí me di cuenta. Me anunciaba con bombo y platillo que había sido ganador del concurso estatal de cuento. Verifiqué la información no porque no le creyera, sino porque he participado tantas veces que no me lo esperaba. Y sí, amén de que hay “veda electoral” en la página de la secretaría estaba el listado, Avelino Gómez (gran amigo también) fue el ganador en poesía y yo en el área de cuento.


Obviamente no cupe en mí durante todo el día.


Gracias también.


Sábado y domingo me los pasé festejando y ahora lunes… escribo esto.


*Escritor y editor

Dirección General de Publicaciones

Universidad de Colima


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