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Ágora

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 20 abr 2018
  • 3 Min. de lectura



¿Qué necesitamos?

No, si lo que este país necesita, todos lo sabemos, repito, todos lo sabemos: paz, seguridad, oportunidades para el desarrollo personal y colectivo, empleos bien remunerados para todos, equidad de género, educación de calidad y con sentido del compromiso social, y toda una larga lista de etcéteras. El problema es que no queremos aceptar que para que todo eso ocurra, es vital, imperativo, necesario e impostergable, que se terminen de tajo y de una buena vez, todos esos numerosos y muy horrendos privilegios, que por socarronería, complacencia e indiferencia, les otorgamos con nuestra conformidad a quienes gobiernan, ya que tales privilegios, son precisamente sobre los que se finca la trepidante desigualdad en medio de la cual vivimos.

Es cierto, para políticos declarando lo que en estas líneas digo, sobran muchos. El punto sin embargo, es que ninguno de esos habladores, tiene el valor de predicar con el ejemplo y renunciar a los muchos y muy jugosos dividendos, que mes con mes se embolsa. Lo que es más, no sólo jamás habrán de renunciar a ellos, incluso me atrevo a decir que en no pocas ocasiones, los mismos son el motivo real por el que participan de nuestra vida pública buscando todo tipo de posiciones políticas. Todos prometen lo mismo de siempre, cambio, mejora, esperanza, dialogo, apertura, progreso, estabilidad y crecimiento, o lo que quiera que todas esas argucias discursivas signifiquen, mientras los de a pie nomás no vemos nada claro, porque es difícil ignorar como año tras año, nos rinde menos lo poco que estos oportunistas dejan a todos para vivir. Estoy francamente cansado de oír los mismos discursos y panfletos de toda la vida, y ver hasta las mismas imágenes o afiches, que no son más que recursos publicitarios carentes de todo valor, porque cuando lo que como ciudadano quiero, son soluciones, es muy poco lo que la demagogia y sus discursos harán por aliviar los muchos problemas que a diario sorteamos. El punto con todo esto que digo, es muy claro: necesitamos hechos, no más palabras vacías.

Asimismo, estoy hasta el huevo de ver como elección tras elección, van exactamente los mismos; como si no hubiera entre los propios militantes de todas las opciones ideológicas, más personas por contender. Y como comicios tras comicios, tapizan todo el país con fotos personales, donde intentan mostrar un falso interés por una ciudadanía, cuyas preocupaciones desconocen, porque jamás han sabido lo que es tener carencias. Con sonrisas que en vez de dar confianza, inspiran temor y disgusto, porque no logran despistar la cara de codicia y sus excesos, o la infinita sed de poder con la que van en pos del voto de quien se deje convencer.


Publicidad engañosa es lo que entregan, eso y no otra cosa es lo que dan con ese palabrerío tras el cual pretenden manejarnos. Todas charlatanerías discursivas que año con año intentan reciclar, como si nadie pudiera darse cuenta que siempre se usan los mismos eslóganes, frases y discursos. Porque en no pocas ocasiones, ya en el poder, se usan incluso las mismas iniciativas de gobierno y o decretos que han salido en otras latitudes, al punto de que la más de las veces, ni siquiera la redacción se toman la molestia de revisar. Por lo que el plagio de leyes, políticas y decretos mal adaptados, se vuelve moneda común y piedra angular de decisiones gubernamentales, pobremente estructuradas y peor implementadas. Lo que a su vez se traduce, en una creciente des legitimación de los propios gobiernos. Me pregunto: ¿es que ese el único tipo de vida pública que merecemos? Francamente lo dudo. Créanme señores que toda su vida han vivido del erario, esta vez la van a tener muy difícil para convencer a la ciudadanía. Lo sé, esto último que les digo, les tiene –pese a su gravedad–, sin cuidado, porque hasta eso han diseñado el sistema electoral, de tal manera que no importa que sólo salieran a votar una mínima parte de la ciudadanía, para efectos de las actuales reglas, así fueran 3 los que salieran a votar, con esos mismos bastaría para validar los propios mecanismos de selección de autoridades.

Es cierto, la ley podrá ampararlos todo lo que quieran, pero acuérdense de algo todavía más elemental: sin legitimidad social, sus mismas instituciones de las que tan orgullosos se sienten, algún día habrán de caer.


*Ensayista y activista mexicano. Entre la gama de intereses académicos que manejo, se hallan los estudios sobre democratización y cambio de régimen en América Latina, así como cuestiones alusivas a la calidad de la democracia.



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