Resoluciona
Dirigir nuestras Emociones
Las personas, muchas todavía, sostienen en su argumentación posiciones nobles, bien intencionadas pero de un momento a otro se tambalean por una acción arrebatada desde una emoción turbia y turbulenta para enseguida pasar a la posición de que “somos humanos y uno se equivoca, ni modo”. Esto es ver el humano a la baja y no en su posibilidad de brillar como las tradiciones iniciáticas lo sostienen, así como cualquier tipo de terapia respetable.
Y si vemos el actual mundo de los medios, tanto tradicionales como las redes sociales en el entramado de la información política resulta sumamente vergonzoso.
Desacreditación y miedo, insulto a las personas es lo que se promueve en este entramado, igual lo podemos ver en el futbol. Donde las diferencias de opinión ya caen en el insulto, la mofa y la tremenda inmediatez donde la información se pierde y solo se mantiene el morbo.
Nuestro personaje
Esa idea que tenemos de uno mismo, el cómo me veo ante mí y los demás por un catálogo de premisas en que sostengo mi personaje, es el primer elemento básico donde uno se oculta para autojustificar comportamientos, situaciones e ideas que habitualmente desencadenan resentimiento, tristeza, temor, el sentimiento de estar aburrido, de sentirse impotente.
Este personaje lo atribuimos a cosas de suerte en la vida y de que “a uno así lo hicieron”.
Y así nuestro personaje obedece más a una falta de autovaloración y autodeterminación para solo circunscribirse a la inmediatez de los mensajes que recibió de su entorno familiar, amigos, escuela, medios justificando que es el medio y la genética lo que a uno le dispone a ser, como si careciéramos de intencionalidad y de crítica y comprensión para que uno mismo ejerza una reorganización de todas sus circunstancias orientándose hacia lo que uno quiere siempre en el contexto de la gratificante convivencialidad.
Confusión entre apego y deseo
Un deseo formulado en una base ética, no moralizante en el sentido de darse golpes de pecho y que tanto las llamadas buenas costumbres usan con el slogan de “no hagas cosas buenas que parezcan malas”, sería el propulsor de lo que realmente queremos hacer, sentir, desear, manifestar. El apego solo llega a extinguir al deseo por su excesividad, o bien mata a la persona. Por eso hay que mantener al deseo en una posición intermedia para que no deje de latir y para que no colapse en un infortunio como habituarnos al apego a sentirnos víctimas, perdonavidas, adicción hacia la comida, hacia una persona, hacia una acción o situación específica.
El ejercicio de la meditación comprensiva mesura la fuerza del deseo para no caer en el apego donde uno deja de habitar su propia casa para caer en el hábito adictivo de sentirse arrastrado por cualquier tipo de experiencia.
Entonces el deseo propulsa hacia un bien personal y social, el apego frena, colapsa, destruye y hasta llega a extinguir al deseo.
Reactividad
Si me gritan grito o me intimido, si me atienden de mala gana, me voy enojado o reclamo airadamente, eso es reactividad, entrar a la esfera energética del otro para alimentar energética y socialmente más de lo mismo.
Si uno se observa en una relación como cuando la dependiente de un establecimiento nos atiende de mala forma y en vez de caer en ese campo energético, uno desprendiéndose un poquito de su propio personaje es capaz de decirle “que bonitos zapatos trae” o, si se presta el caso, “ es su hija la de la foto se parece mucho a usted”, son expresiones donde uno bloquea esa energía que a nadie conviene y reconfiguramos un planteamiento nuevo que nos servirá para primero acondicionar el tipo de energía y relación que deseamos co-crear y por otro lado colocar una base emocional diferente para lograr el que nos atienda correctamente. Esto sería no reactividad, no inercia e inmediatez, menos comportamiento límbico dirigido por la parte reptil de nuestro cerebro, según Mc lean y más comportamiento límbico pero dirigirlo por nuestra neocoteza prefrontal.
Esto es un pequeño ejemplo de poquitas cosas que podríamos hacer para empezar a dirigir nuestros sentimientos hasta ser capaces de emitir constantemente radiaciones emocionales eudaimónicas de serenidad, certeza y alegría. Así nos afectamos positivamente a uno mismo, y a nuestro interlocutor, aparte de que dejamos en el espacio una atmósfera de bienestar y así co-creamos realidad.
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