Café exprés
Muestras artísticas del Cedart
Regresé al terruño que me vio nacer. El jueves pasado fui al Cedart Juan Rulfo de donde fui, soy y seré egresado. Fui a ver las muestras artísticas en el área que a mí me interesa que es la literatura. En el Cedart comprendí muchas cosas. Mucho de lo que soy (si es que algo soy), se lo debo sin duda al Cedart. De ahí tengo todavía muy buenos amigos y maestros. Miguel Ángel Cuervo y Jaime Velasco han sido mis pilares, mis mentores, mis guías y gurús. Regresé a oír al talento joven en el área de las letras. Cuando yo fui alumno del Centro de Educación Artística de Colima no había específico en literatura; me dedique entonces al teatro y a la música. Creo que para la danza no era o soy tan malo y dejé la pintura y el arte plástico para manos más hábiles que las mías. Miguel Ángel Cuervo siempre decía que mis trabajos en esa área: «Estaban bien, pero no servían». Yo tomaba la frase con mucha filosofía.
Recorrí otra vez esos pasillos que me vieron ser en tanto yo estudiaba mi educación de bachillerato. Era un tipo rebelde, creo que, a mi modo y dentro de este pinche sistema al que pertenezco, lo sigo siendo. El evento se llevó a cabo en el teatro del Cedart; teatro que en mi época simplemente no existía.
Me vi reflejado en todos y en cada uno de los chicos y chicas que, con cierto nervio, leyeron en voz alta sus creaciones literarias (cuentos y poemas) al público. Algunos más lo hicieron vía cortometraje; lo que me pareció excelente. Me gustó mucho el texto basado en el cuento Güitzi… güitzi araña (sic) que iba acompañado de dibujos de la misma chica lectora, escritora y dibujante.
Sin embargo, con el texto de la chicha de sexto semestre, única representante del grupo porque entendí que era la única en ese específico, con ese texto no sólo vibré sino que me emocioné porque me vi aún más reflejado en cada uno de ellos y ellas.
Amayrani CL (como firma sus textos y su red social), hizo que dentro de mí se removieran fibras muy fuertes; fibras que, precisamente, empezaron a conectarse entre sí desde que fui alumno del Cedart.
Dice Amayrani que: «podría decir en esos tres años no pasó nada, pero pasó de todo». Así conmigo y mi cosmovisión. No fui el mismo que entró y el que salió de esa institución dependiente del INBA. El arco de transformación fue notorio. Yo también, al igual que Amayrani: «descubrí el amor por la literatura»; cierto es que ya escribía mis textos desde la secundaria, pero nada con oficio, ahí lo fui aprendiendo y lo sigo aprendiendo. También aprendí y descubrí el valor de la amistad, del arte en general, a apreciar la música clásica y a esforzarme para lograr lo que quiero. Debo decir que estoy citando a Amayrani porque me pasó su texto que dice todo esto.
En tanto ella leía yo, de este lado, del público, veía pasar mi vida estudiantil por el Cedart. La piel se me ponía chinita, sudaba (porque hacía mucho calor pero algo más hacía que sudara). Sigue diciendo Amayrnai en su texto que: «De mi vida en el CEDART me llevo aprendizajes para toda la vida, amistades inigualables, un amor y mil memorias».
Y no pudo haberlo dicho mejor, yo quizá no me llevé un amor, sino un sinnúmero de amores y, a la fecha, sigo teniendo en mis maestros de antaño a muy buenos amigos que recuerdo, que saludo, asisto a sus presentaciones, exposiciones, conciertos y bailables y que fueron los que me dieron las armas suficientes y necesarias para hacer lo que más me gusta y apasiona: escribir.
Gracias al Cedart, gracias a ti Amayrani, gracias a que regresé al terruño que me vio nacer para volver a vibrar, sentir algo en mi estómago, en las entrañas, en mi ser. Por eso, muchas gracias. El talento quedó demostrado.