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Vislumbres


CONMEMORACIÓN. –


Hoy quiero hacer referencia a un hecho histórico que, aun cuando sucedió hace casi cinco siglos en la costa de Colima, sirvió para configurar los pueblos y ciudades en que vivimos hoy: me refiero a la conquista española de nuestra región, y al terrible despoblamiento que provocó en las comunidades autóctonas.


Más allá de las fechas en que todo eso ocurrió, y de los personajes que se vieron involucrados en tales acontecimientos, debo resaltar el dato de que, según algunos muy antiguos documentos a los que hemos podido tener acceso, la presencia de los conquistadores hispanos en Colima y casi todo el occidente de lo que hoy es México, provocó la casi total extinción de la población nativa, y propició el surgimiento de una población mestiza. Todo ello mediante la comisión de sucesivos y diversos actos de violencia. Porque la conquista en sí implicó una guerra contra la que los pueblos nativos no estaban preparados, y porque el mestizaje se realizó a la fuerza, abusando en un inicio los conquistadores de las mujeres indígenas y, más tarde, de las esclavas negras y amarillas que trajeron desde África y Las Filipinas para reponer la mano de obra nativa que a punto estuvo de desaparecer del todo.


Podemos inferir que durante los dolorosos procesos paralelos que implicaron la conquista y el mestizaje, debieron de haber existido hubo algunos enamoramientos nacidos verdaderamente del alma, dignos incluso de ser novelados, pero los pocos que haya habido con esas características debieron ser más como una excepción que como algo ordinario, pues al principio y durante varios años lo que aconteció, sexualmente hablando, entre conquistadores y mujeres conquistadas, fueron “encuentros” carentes de amor, de los que como muy amargos frutos nacieron algunos nuevos niños con los que sus progenitores no habían soñado jamás, puesto que no pertenecían cabalmente ni a una raza ni a otra. Hijos inesperados que, por esa misma razón, fueron muchas veces rechazados por sus propios padres y por la inculta sociedad que los rodeaba. Viviendo y creciendo como animalitos.


Sabemos, en este mismo tenor, que hubo algunas mujeres colimotas que, viéndose así ultrajadas, utilizaron cocimientos a base de hierbas para abortar, y que hubo otras que, no atreviéndose a realizar tal acto, recibieron provisionalmente a sus críos para abandonarlos después en algún sitio alejado; sin que faltaran, por supuesto, algunas que, sobradas quizá de amor en medio de sus más grandes penurias, decidieron quedarse con ellos, y criarlos como “Dios les dio a entender”, sin el apoyo de quienes las sedujeron.


En la contraparte, tenemos noticia también de que hubo muchos soldados abusadores que jamás se preocuparon por el mal que hicieron a sus víctimas, ni mucho menos se preocuparon de la descendencia que dejaron con ellas. Pero también hay algunos viejos papeles que hablan de castellanos que, tal vez por no tener a ninguna mujer blanca en la cercanía, llegaron a encariñarse con las indias a las que se habían unido, y desplegaron igual cariño por los hijos que ambos habían procreado. Sin que nos olvidemos que hubo, asimismo, una gran cantidad de colonos racistas que rechazaron hipócritamente aquellas uniones y mandaron traer, desde Santo Domingo, Cuba o España misma, mujeres blancas para casarse con ellas, a fin de que un notario pudiera certificar que sus hijos tenían lo que por aquel entonces se denominó “pureza de sangre”.


ALGUNAS FECHAS, ALGUNOS PERSONAJES. –


Pero para que los lectores se ubiquen un poco mejor en el contexto de los acontecimientos que estoy tratando de describir, permítanme compartirles algunas referencias un poco más precisas:


Hoy es 25 de julio de 2018. Y en función del tema que hemos abordado, en esta exacta fecha se estarían cumpliendo 495 años de que aquellos primeros 150 soldados españoles, apoyados por varios millares de guerreros acolhuas y michoaques, decidieron “sentar su real” en este “vecindario”, y fundaron, “en términos de Tecomán”, una primera villa, para vivir en ella, y continuar desde allí sus exploraciones y demás actos de pacificación y conquista.


Vinieron, todos ellos, jefaturados por el capitán Gonzalo de Sandoval, “alguacil mayor” del ejército de Hernán Cortés, y se dedicaron, como dije, a seguir explorando la zona, con la intención de llevar a su capitán general los más abundantes informes que pudieran conseguir sobre “los secretos de la tierra”, según solían decir entre ellos. Hasta que, habiéndose llegado octubre de 1523, y no pudiendo seguir alimentando a las huestes que los acompañaban, Sandoval decidió, siguiendo una muy precisa instrucción de su capitán general, dejar a unos cuantos soldados en calidad de colonos en la pequeña villa fundada por él, y volver a la ciudad de México, para rendir sus informes.


Entre los datos que Cortés recibió del capitán Sandoval, estaba la noticia de que habían descubierto un buen puerto (Tzalagua) que se podría acondicionar para continuar las exploraciones marinas. Y dice el mismísimo Hernán Cortés (en una muy larga carta que envió a su rey), que se alegró mucho con aquella noticia, y con una muestra de perlas sacadas de allí, que Sandoval le entregó en persona.


Por parte de los guerreros colimecas no hay, lamentablemente, ni un solo testimonio escrito que haya quedado registrado, pero sí consta, por otras fuentes indígenas de Michoacán y Tlaxcala, que los pueblos de aquí estaban gobernados por “grandes señores”, que ellos llamaban tlatoanis y hueytlatoanis, anónimos en su mayoría, que confrontaron a los invasores.

Y de entre de entre todos ellos hay dos nombres notables: Colímotl y Tzome, quienes parecen haber sido los dos principales jefes de los guerreros colimecas. Dos personajes de los que no es gran cosa lo que se sabe, salvo que el primero parece haber sido de rango superior al segundo, y de los que se nos da a entender que dieron una feroz batalla contra el primer capitán español que incursionó en estas tierras sin el permiso de Hernán Cortés, que se llamaba Juan Rodríguez de Villafuerte. Pero que después fueron derrotados, en el mismo lugar (llamado Paso de Alima) por el gigantesco ejército de fuerzas combinadas que traía Gonzalo de Sandoval.


No tenemos ni una sola noticia sobre la eventual sobrevivencia de estos dos grandes jefes a la batalla de Alima, ni existe ninguna otra que nos posibilite saber con quiénes, finalmente, se entendieron Sandoval y los suyos, para pactar la rendición de los pueblos vecinos, pero Hernán Cortés en carta menciona los nombres de Aliman, Ciguatán (o Cihuatlán) y Colimote, como los primeros que “se dieron de paz”. Aunque recalca que no sólo fueron los “de esta provincia” los que se rindieron, sino de otras “más, cercanas a ella”.


Sólo que en ese momento Hernán Cortés estaba resumiendo (y mezclando) los datos de dos años de acciones, porque las otras provincias cercanas a las de Coliman no fueron conquistadas por Gonzalo de Sandoval entre la primavera y el verano de 1523, sino por primo Francisco Cortés, un año más tarde.


LAS CONSECUENCIAS DE AQUEL “ENCUENTRO”. –


En el ínterin de ese par de años (y con base a los informes que sus lugartenientes le fueron haciendo llegar), Hernán Cortés inició otra injustísima serie de acontecimientos que derivaron en un mayor número de muertes entre los pueblos sometidos: me refiero al reparto que hizo de los pueblos indios entre los colonos que aquí se quedaron a radica, para que no habiendo oro a la vista, se sirvieran de ellos (como mano de obra sin costo) en sus plantaciones, minas y granjerías.


Y al extenderse y afincarse todas esas entregas (o “encomiendas”, como les llamaban), desaparecieron también, como por artes de encantamiento, la religión, el gobierno y casi todas las demás instituciones indígenas. Preservándose durante algunas décadas más los cacicazgos, y los modos de trabajar la tierra, pero sometidos los caciques indígenas a las autoridades hispanas. Todo eso mientras que, muy contrario a lo que se hubiera esperado, los colonos que comenzaron a enriquecer en el área, no fueron aquellos que muy afanosamente buscaban el oro y la plata en las pocas minas que aquí descubrieron, sino los que llegaron detrás de ellos arreando vacas, cabras y cerdos, porque encontraron extensísimas tierras cubiertas de pastos que rápidamente sirvieron para que se multiplicaran sus piaras, sus hatos y sus rebaños.


En el orden político se estableció el primer ayuntamiento de toda esta enorme región; poco a poco fueron llegando más hombres y mujeres “de allende el mar”, y poco a poco, también, se fueron posesionando de las fuentes de riquezas, desposeyendo de ellas a los indios, emprobreciéndolos a más no poder.


Y, a cambio de todo ello, surgió, podríamos decir, un nuevo Colima multirracial, cuyas combinaciones de sangre marcaron la pauta genética de los colimotes que vivimos hoy, aunque vivamos sin saber (y sin preocuparnos por saber) lo que aconteció aquí mismo, en una fecha como ésta hace 495 años.


EL COLIMA DEL SIGLO XXI. –


Faltan, pues, sólo cinco años para que se cumplan 500 de que en forma sumamente violenta se destruyeran las creaciones culturales de un pueblo ancestral y se comenzaran a construir otros modos de vivir y de entender y hacer las cosas.


El mundo ha cambiando muchísimo en este largo intervalo, y muy aceleradamente durante las últimas cinco décadas. Pero hay “un algo” que no ha dejado de ser, sino asumido otras formas: el afán desmedido que algunos seres humanos tienen para someter a unos y abusar de los demás. Tal y como esa enorme codicia formara parte inherente a la genética de al menos una porción de la humanidad.


Pese a lo dicho, sin embargo, en la medida de que siempre hay, después de un negro anochecer, la posibilidad de que abra el nuevo día con un amanecer muy luminoso, hoy nos encontramos, en nuestra querida Colima avizorando el arribo de una nueva oportunidad socio-política que, sin embargo, corremos el riesgo de no saber aprovechar. Ojalá que todos hagamos lo que responsablemente nos corresponda hacer.


UN CUMPLEAÑOS PRESIDENCIAL. –


Vino el presidente Enrique Peña Nieto a “cumplirle” – según él a Colima y a los colimenses, para entregar en Manzanillo la obra ya casi totalmente finalizada del túnel que impedirá que el ferrocarril del puerto vuelva a impedir el tráfico en Manzanillo. Y de paso dijo que había decidido venir en esa fecha para festejar en el puerto su aniversario número 52.


Su discurso marcó ya un tono de despedida. Pero insistió en haber cumplido todos los compromisos que hizo como candidato y firmó ante notario. Acciones que tal vez podríamos reconocer aunque hayan salido al doble (o más) de caras de como inicialmente se habían presupuestado. Sólo que, si ello era su obligación, nada tenemos que aplaudirle o gradecer, como sí lo hicieron, lambisconamente, JIPS y sus más cercanos colaboradores, y los paisanos a los que se le olvida comparar un tiempo con otro para comprobar si de veras EPN nos cumplió o jodió.


Comparación que al menos a mí me resulta suficiente para reprobar al mandatario que se va, porque gracias a él, y a la errática política económica de su gobierno, hoy somos, los mexicanos, en términos comparativos al poder adquisitivo del peso, muchísimo más pobres que lo éramos cuando él asumió el poder.

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