Vislumbres: El regreso de la "Guerrera"
AMENAZA CHIAPANECA. –
Hace exactamente dos meses, justo el día que iniciaron las clases del ciclo escolar 2018-2019, la profesora Elba Esther Gordillo reapareció en la escena pública sin evidenciar ninguna señal de que le hubiese ido mal desde que la recluyeron a finales de febrero de 2013.
En esa fecha, escogida cuidadosamente por la profesora excarcelada, ella, vestida de negro, colocada sobre un alto foro en el que se desplazaba con micrófono en mano, afirmó ser “una guerrera” que por el momento estaba “en paz”, pero no desaprovechó la oportunidad para enviar un mensaje a sus enemigos políticos, en el sentido de que todo eso era sólo una nueva pausa (táctica) en su vida, porque lo que tendría que ocurrir, debería “plantearse con cuidado, sin obsesiones y sin odios, sin rencores por el pasado y pensando en el futuro”. Pero ¿qué quiso dar a entender con eso?
La respuesta era obvia: “Volver por sus fueros”, dije yo, pero con mucho mayor precisión y detalle se expresó el profesor Rafael Ochoa Guzmán, ex secretario general del SNTE, y compañero de Elba Esther en otras batallas políticas y sindicales, quien simplemente anunció: “Ella regresará al sindicato, como si hubiera sido ayer, no como si hubieran pasado más de cinco años, en que fue presa política”.
Anuncio mediante el que no fue no nada difícil prever el grueso conflicto que se generaría entre las dos corrientes que prevalecen al interior del sindicato magisterial: la de los seguidores y apoyadores de Juan Diaz de la Torre, actual Secretario General, y la de los gordillistas añorantes que, habiendo sido apabullados por la reclusión de “La Maestra”, tuvieron que permanecer como mudos testigos de las maniobras que el gobierno peñanietista, con la complicidad o aquiescencia de Díaz de la Torre y adláteres, llevaron a cabo para sacar a la profesora chiapaneca de la jugada. Misma que, por no haber sido debidamente acusada, allí estaba otra vez, delante de ellos.
EL NUEVO DESAFÍO. –
Hoy, cuando apenas se habían cumplido dos meses de su primera reaparición en público, la lideresa acaba de aparecer otra vez, desafiante, recriminadora, con el puño en alto, emitiendo tronantes declaraciones en contra de quienes, más que no poder, no quisieron defenderla en febrero de 2013, señalando muy enfáticamente que si así de cobardes se portaron, fue porque “no tuvieron agallas para defender, en el espacio que se debía, la razón de una ley infame, opresiva y humillante para los trabajadores de la educación”. Cuando el verdadero motivo de su encarcelamiento fue porque, habiendo sido priísta de toda la vida, un día tuvo el atrevimiento de oponerse al régimen al que había servido, y que la había encumbrado.
Y en respuesta a todas esas venganzas políticas, hoy, Elba Esther, apoyada por un viejo grupo magisterial que hoy lleva el nuevo nombre de “Maestros por México”, acaba de encaminarse a realizar su propia vendetta, amparándose, quién lo dijera, en una antigua jurisprudencia que va en el sentido de que cuando no se pudo comprobar la culpabilidad de un acusado, se le tienen que restituir los derechos (y la condición laboral) que tenía en el momento en que fue enviado a prisión. Siendo por ello que, contra lo que alegan ya los seguidores de Juan Díaz de la Torre, la enriquecida profesora categóricamente afirma: “Sigo siendo la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional, lo que tiene Juan Díaz es la chequera de los maestros. Pero lo que tengo yo es el liderazgo de los trabajadores. ¡Ésa es la diferencia!”.
La guerra, pues, por la dirigencia del SNTE (¡y por la chequera también!) ya fue declarada.
Pero para que no se le vaya a criticar de centavera, la rica chiapaneca, con su cara lisa y sin que se le noten los setenta y tantos años que su cuerpo lleva a cuestas, anunció que, si está peleando por volver, es porque quiere ir por el bien del SNTE. Pues no de otro modo se tendría que entender su advertencia: “Vamos a su rescate, vamos por el voto secreto, vamos por la pluralidad, vamos por la autonomía e independencia, vamos por una educación pública de excelencia”. Como si por el sólo hecho de que ella vuelva a ser lo que fue, y de que su corriente se apropie una vez más del sindicato magisterial, la calidad de la educación, como por arte de magia, se trasformaría en la mejor.
Y, desde luego, haciéndole segunda, el profesor Tomás Vázquez Vigil, líder del grupo “Maestros x México”, afirmó, al más puro y antiguo modo de los viejos líderes sindicales priístas (“charros”, les llamaban), que “la maestra Elba Esther Gordillo tendrá el apoyo de 200 mil agremiados para tratar de retomar de nueva cuenta el liderazgo del SNTE”, porque como dijo ella, “nunca dejó de ser la presidenta del Sindicato”.
No hemos sabido, hasta este momento, que Andrés Manuel López Obrador, en su calidad de presidente electo, haya emitido alguna opinión a favor o en contra de este espinoso tema, pero para mí es muy claro que aun cuando la chiapaneca y el tabasqueño se hayan manifestado en contra de dar marcha atrás a la reforma educativa promovida por Enrique Peña Nieto, ambos tienen muy distintas motivaciones para opinar como opinan, y que AMLO, político viejo y bastante conocedor de estas tramas de intereses, se habrá de mantener al margen mientras que los dos líderes en pugna, o llegan a un acuerdo, o se despedazan entre sí.
DEJAR TODO ATRÁS. –
Se puede matizar el asunto diciendo que los miles de ciudadanos centroamericanos están pasando en estos días por Chiapas forman parte de una “caravana”, cuando la realidad es otra, muchísimo más dura y dramática porque se trata de un éxodo, y porque a diferencia de las antiguas caravanas, que se organizaban ordinariamente por comerciantes en busca de vender o comprar ciertos productos, el origen de esta expulsión masiva de niños, adultos y ancianos de sus países, pero sobre todo de Honduras, se halla, no en la voluntad o en el deseo de comerciar, sino de huir de sus propias tierras porque en ellas no han podido encontrar ni la tranquilidad, ni el trabajo, ni la comida y demás elementos de sustentación a que cualquier ser humano tiene derecho. De ahí que sea muy preciso el término de que ésta es otra “crisis humanitaria” más, en la que, sin querer, México, cuya población de los estados del sureste no está mucho mejor que la centroamericana, se ha visto involucrado.
Dentro de este contexto de sufrimiento y dolor de todas esas personas que, bajo el sol, la lluvia, el calor y la dureza del piso ya han logrado atravesar Guatemala y están tratando de cruzar Chiapas, uno no puede más que sentir empatía por ellos, sobre todo si nosotros mismos, o algún (o varios) miembro(s) de nuestras propias familias se han visto en la imperiosa necesidad de emigrar en busca de mejores oportunidades. Sólo que para toda esta gente la situación es muchísimo más difícil que casi para cualquiera de los paisanos que se han tenido que ir de aquí, ya que ellos, los hondureños, están hoy en camino porque su desesperación fue tanta que se atrevieron a dejar todo lo que tenían atrás, y vienen acá cargando hasta con sus criaturas, exponiéndolas, pese al gran amor que indudablemente tienen por ellas, no sólo a la intemperie, al cansancio y el hambre, sino hasta la muerte misma.
LA RESPUESTA DE TRUMP Y LA RESPUESTA DE MÉXICO. –
Al expresarse sobre este asunto, el rubio Donald Trump está dando la impresión de ser un sujeto totalmente insensible, carente del menor sentido de solidaridad, y tal vez lo sea, pero, por otra parte, ¿cómo reaccionaríamos cada uno de nosotros si de repente unos familiares, más amolados que nosotros mismos, nos anunciaran que, independientemente de que lo queramos o no, ellos se van a venir a vivir a nuestras casas?
Con esto quiero decir que Trump, en su papel de presidente de un país, está tratando de decirle al mundo (aunque no sepa cómo hacerlo), que no lo tienen que dejar solo para que resuelva ese penoso asunto, y que, si no lo ayuda nadie, se va a ver en la imperiosa necesidad, como lo suelen hacer todos “los ricos miedosos y egoístas”, de poner perros y candados en sus puertas.
En ese sentido, y aun cuando no nos simpatice ese hombre, tendríamos que admitir que de algún modo tiene razón, como derecho tienen, también, los hoy forzados peregrinos hondureños en buscar un mejor lugar para vivir. Pero ¿por qué forzosamente ha de ser en los Estados Unidos? He ahí un dilema frente al que no es fácil opinar, y frente al que tampoco es fácil tomar partido.
Por otra parte, sin que tengamos que devanarnos los sesos para entenderlo, es claro que nuestro país también se halla perfectamente metido en ese grave dilema, y precisa tomar una decisión al respecto, puesto que las miradas del mundo están puestas en el tratamiento que se le debe dar a toda esa pobre gente, pero ¿qué ocurrirá en las ciudades fronterizas mexicanas a las que se dirigen estas personas si, como está anunciado, se militariza la frontera sur de los Estados Unidos, y estos miles de inmigrantes no logran pasar?
En una nota que leí este martes 23 al medio día, dice que “El Bronco”, como se le conoce al gobernador de Nuevo León, ha dicho también, en sintonía con Trump, que si los hondureños pasan por su estado, él tratará de deportarlos… Sabemos que este hombre no tiene autoridad ni poder para ello, pero a través de las redes hemos podido darnos cuenta que hay algunos mexicanos que opinan casi en el mismo sentido que ese político norteño. Y, eso, por cualquier lado donde se le vea, puede ser motivo de conflictos fuertes, así que AMLO, en primer lugar, y luego también nosotros, deberemos estar muy atentos a que los migrantes en curso reciban el mejor trato posible.
UNA ANTIGUA RELACIÓN. –
Y ya que hablamos de migrantes e inmigrantes, quiero compartir a los lectores que un día como ayer: el 23 de octubre de 1532, se reunieron, en el incipiente Cabildo de la Villa de Colima, los únicos 51 colonos españoles a los que el capitán Hernán Cortés había de algún modo forzado o convencido de que se quedaran a residir en ese lugar que para ellos (y sus familiares) debió ser extremadamente lejano, inhóspito y peligroso.
El motivo de dicha reunión fue, aunque hoy nos pueda parecer increíble, el de hacerle llegar al remotísimo rey de España, una muy sintética “relación” mediante la que, tras describir cómo, cuándo y con quién cada uno de ellos había cruzado el Océano Atlántico, esperaban que se pudiera enterar de las acciones y los gastos que habían tenido que hacer o padecer mientras anduvieron en la conquista de todas estas tierras; así como la condición de pobreza, miseria o relativa comodidad económica en que cada uno también se hallaba.
Es un documento sumamente importante, que si por una parte nos revela “los hechos hazañosos” realizados por aquellos conquistadores, por otra nos da pie para enterarnos que de noventa y tantos pequeños pueblos que había en nuestra actual región, había al menos diez que todavía se encontraban “alzados”, es decir, en condición de guerra, negándose a ser sometidos y a caer en la esclavitud y la servidumbre en que lamentablemente habían caído todos los demás. Esclavitud, servidumbre y malos tratos que prácticamente acabaron con la población indígena de toda esta parte de la ya entonces llamada Nueva España, y que es lo que explica el hecho de que, mientras, por ejemplo, en Nayarit, Michoacán, Guerrero y Oaxaca aun haya muchos pueblos autóctonos, en todo Colima y en el Sur de Jalisco sólo haya muy pocos.