Ágora: Tibios de corazón
- Emanuel del Toro
- 23 dic 2018
- 3 Min. de lectura

Tibios de corazón. Un comentario personal en torno a la opinión pública en los escándalos sexuales al interior de la Iglesia Católica.
La tibia respuesta del Vaticano frente al contundente testimonial ofrecido en el reciente informe de la ONU respecto las múltiples arbitrariedades y omisiones que se han cometido para silenciar el ejercicio de conductas sexuales desviadas por numerosos clérigos y prelados de la Iglesia Católica, es por demás vergonzoso. ¿Cómo hablar de extralimitaciones en el reconocimiento de la verdad, cuando por décadas se ha optado por una política de discrecionalidad y tolerancia, que en aras del crecimiento económico de su cúpula dirigente, ha sido incluso capaz de corromper el fundamento de la fe a la cual dice conducir? Algo así como decirles a las víctimas: Usted disculpe si el santo padre de la legión le ha magullado el “camino recto”, siéntase bendecido, Dios le tiene reservado el cielo para rendir testimonio de la importancia del perdón. Por cierto, si llega a darse una próxima ocasión prevenga pues las cosas; y no, no tenga cuidado, si es preciso, notifíquelo a su ministerio de confianza y con gusto le haremos llegar, sin costo alguno, y a la comodidad de su hogar, una crema por cuenta de la casa, con el propósito de hacer de su experiencia una epifanía de los misterios de la vida y la generosidad de nuestros hermanos frente al pecado. Pero bah, qué se yo, a lo mejor resulta que la cuestión tiene fundamento bíblico, sólo que yo personalmente no recuerdo en qué pasaje viene lo de, "y si te joden el culo, dobla la oferta y ofrece también el de tu prójimo" [si alguien encuentra la cita avísenme]. En todo caso, el que si recuerdo es aquel de Apocalipsis [3:14-16], donde se expresa como se aborrece tanto a los tibios, que incluso se dice "habrán de ser vomitados". Sin duda hay veces que las disculpas duelen más que los silencios y omisiones, porque cuando se ha incurrido en faltas como aquellas que le son imputadas a la Iglesia en dicho informe, definitivamente que no basta con reconocer y solicitar a sus víctimas el perdón, antes bien es necesario proceder conforme a derecho y deslindar responsabilidades penales, que como bien lo dice la propia biblia, "al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios". Del perdón de sus almas se ocupará Dios, si, pero las consecuencias materiales de sus actos siguen tiendo efecto entre los hombres y como tal deben ser juzgadas por sus propias leyes. De ultimas en un tema tan escabroso como el que comento, si bien existen muchísimas más consideraciones que tocar al respecto, me parece importante destacar desde el punto de vista de los creyentes, que tales episodios, no deben ser elementos que perturben la fortaleza de su compromiso en Cristo y la pervivencia de su fe, dado que el fundamento de la misma, no descansa sobre los actos de los hombres, sino en la intermediación de Dios. En ese sentido, mantener la limpieza de la Iglesia [para quienes en ella creen], no debería implicar ser sordos a los reclamos de aquellos que se han visto agravados por la degeneración de aquellos personajes que han optado por ocultar el ejercicio de sus perversiones, bajo la investidura de la fe. Que el ejercicio de la vida sacerdotal sea una experiencia electiva, no incluye tener que aceptar las perturbaciones de aquellos que la ejercen. Y no, sendas aberraciones como las de echarle a perder la vida a un infante por saciar sus más bajas pasiones, nada tienen que ver con las tradicionales exigencias de celibato que han acompañado a la Iglesia desde por lo menos 1790. ¿O qué, me va decir que cuando cualquier hijo de vecina no tiene opciones para darle cause a su intimidad como mejor le parezca termina pensando en infantes? Están cabrones.