Café exprés: Juan Villoro y mi periplo lector
Juan Villoro y mi periplo lector
Colima ha sido generosa conmigo. No lo puedo ni lo quiero negar. Muchas cosas gratas me ha dado y ha cambiado, creo, poco a poco le voy devolviendo el favor; no sé si la vida me alcance para lograrlo pero…
Era un incipiente alumno de la facultad de Letras y Comunicación; área Letras y Periodismo de la Universidad de Colima de donde ahora soy egresado, cuando conocí a Juan Villoro. Me refiero a conocerlo en persona, físicamente. De autor a alumno, por decirle así.
Tenía muchos sueños en esos ayeres; me quería, como es normal a esa edad (normal y sano), comer el mundo a puños. Esto no quiere decir que ahora no tenga sueños, creo que han ido en aumento. Quería ser escritor y que alguien me leyera.
Obviamente previo a conocer en persona a Juan Villoro lo había conocido por sus letras. La noche navegable fue el primer libro que leí y me encantó ese estilo juvenil. Luego me enteré que ese también fue su primer libro publicado por la editorial Joaquín Mortiz en el año de 1980. De inmediato quise leer más sobre o de Juan Villoro. Debo reconocer que por aquellos años no era común tener el internet tan al alcance de la mano. Cuando pude, me informé sobre más de la vida y obra (literalmente hablando o escribiendo) del escritor y fue entonces que me enteré que era fanático del futbol (cosa que me gustó mucho); que era rockero por antonomasia (lo que me pareció excelente) y que era lector fiel de José Agustín (que fue la cereza en el pastel).
Debo confesar que literariamente conocí primero a José Agustín que a Juan Villoro, pero al maestro José Agustín todavía no tengo el gusto de saludarlo en vivo; espero que la vida nos dé para ello…
Así que con todos estos ingredientes (futbolero, rockero y JoséAgustinero) no podía esperar nada más, salvo el siguiente libro de Juan Villoro. Palmeras de la brisa rápida: un viaje a Yucatán fue el siguiente y el primer libro que me firmó aquella incipiente vez que lo conocí cuando Avelino Gómez Guzmán nos invitó al primer encuentro regional de narradores, el invitado especial era Juan Villoro quien además daría un taller con nosotros, nacientes autores regionales. La madrina de aquella ocasión fue la maestra querida Guille Cuevas quien tuvo que compartir casa con nosotros (jóvenes en aquellos días) que andábamos en el desmadre total.
Por esos días Juan Villoro, si mal no lo recuerdo traía el libro Safari accidental (que si buscamos en la Wikipedia la biografía de Villoro, no lo tiene contemplado dentro de sus libros de crónicas #VolpiDato).
Con el correr de los días me di cuenta que, casi sin querer pero sí queriendo, mi biblioteca personal Juan Villoro iba en aumento. Materia dispuesta, El disparo de Argón, La casa pierde y Albercas fueron los siguientes títulos que adquirí y leí sin parar; podría ser curioso pero a la librería que fuera ahí, buscando algo para comprar, siempre hallaba algo de Villoro, como si el mismo Juan quisiera que lo encontrara cuando ya lo había encontrado. Por eso tengo algunos libros de Juan que son unas verdaderas rarezas (rarezas en el sentido de que ahora son prácticamente imposibles de conseguir).
Tuve una época maravillosa cuando descubrí al Profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica y a ese título le siguió de inmediato: El té de tornillo del profesor Zíper, Autopista sanguijuela y Las golosinas secretas.
Obviamente que mi tesis de licenciatura la hice pensando en la obra de quien se volvería no sólo mi autor favorito, sino una de las plumas más importantes del país. Tópicos contraculturales en un cuento de La noche navegable de Juan Villoro es el título de ese experimento vuelto tesis.
Un libro que hasta hace unos tres años logré conseguir pero lo tuve y lo tengo en fotocopias desde mis días de estudiante fue Tiempo transcurrido. Crónicas imaginarias, sí, como ese álbum del grupo Café Tacuba; es obvio decir que primero conocí el álbum de Café Tacuba que el libro que se publicó por vez primera en 1986, pero así pasa algunas veces, me di cuenta que las crónicas de Juan Villoro eran maravillosas y que además había tenido un programa de radio: El lado obscuro de la luna (una especie de tributo a Pink Floyd) que me hubiera encantando oír y que seguro estoy estará en podcast por ahí pero no me he dado a la tarea de buscarlo. Me percaté de igual forma que le iba a los Rayos del Necaxa.
Los once de la tribu, Dios es redondo, Mapa movedizo y Balón dividido fueron los siguientes libros y en ese inter le siguieron: El testigo, Llamadas de Ámsterdam, La gota gorda, La cancha de los deseos, Efectos personales, El taxi de los peluches, La calavera de cristal, Muerte parcial (su primera obra de teatro escrita a los cincuenta años), Funerales preventivos, Baterista numeroso, La máquina desnuda, Manuel Felguerez, Cazadores de croquetas, La alcoba dormida, Espejo retrovisor, Los culpables y El libro salvaje.
El primer libro que tengo de Juan Villoro totalmente digital vía Amazon Kindle es: La cuchara sabrosa del profesor Zíper (donde parece que la saga del grupo de rock Nube líquida sigue y sigue). Y lo tengo en digital porque hay que migrar poco a poco a dispositivos móviles de lectura pero sin olvidar los impresos en papel.
Los libros que me hacen falta en mi biblioteca personal Juan Villoro y que obviamente no he leído son: Arrecife, Forward Kioto, El filósofo declara, Conferencia sobre la lluvia, De eso se trata, El apocalipsis (todo incluido), El ojo en la nuca, La utilidad del deseo, El eterno retorno de la mujer barbuda, Diego Armando Maradona. Vida, muerte, resurrección y algo más, Desde Berlín. Tributo a Lou Reed. La guerra fría y otras batallas (teatro reunido) y su más reciente título: El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México.
No soy ni por mucho un conocedor ni un experto en la obra de Juan Villoro ni pretendo serlo, pero desde aquellos días de escuela donde incluso le escribí algunos correos que muy generosamente me contestó (correo que conseguí gracias a su hermana Carmen Villoro), he sido un lector fiel y seguidor de la obra de Juan Villoro, a quien ahora le agradezco doblemente por su generosidad, generosidad que quedó de manifiesto la noche de ayer cuando le llevé a presentar mi biblioteca Juan Villoro al mismísimo Juan Villoro otra vez en persona, (cerca de treinta títulos); yo pretendía que me firmara únicamente tres, uno para mí y los otros dos para mis dos hijos: Santiago y Ricardo. Pero Juan, generoso conmigo como lo ha sido siempre, me firmó todos y se lo agradezco infinitamente.
Todavía hay muchos libros del autor que me faltan por leer y conseguir. Así que seguiré con mi periplo lector como cuando lo conocí allá en mi etapa de estudiante. Gracias Colima, cómo no agradecerte por tanto.
Baste decir que Villoro estará el día de hoy y mañana en Colima ofreciendo un par de charlas que se antojan… increíbles.
A Colima sólo viene quien quiere venir… / 66 años de la ACPE.