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Café exprés: Días a pie


Días a pie


Hace un par de semanas tuve un percance vehicular; por fortuna todo bien y fue más aparatoso que otra cosa; sigo en este mundo y nada más. El terror que me da conducir un vehículo es precisamente el de chocar y afectar la vida, la rutina de diario y el trabajo de alguien más.


La camioneta contra la que me impacté no sufrió ningún desperfecto (puro fierro, pariente), en cambio, mi Versa, como esos coches de plástico de estos días (y que venden a precio de súper mega lujo), quedó prácticamente jodido de la parte delantera; a saber: la facia prácticamente en el suelo, los dos faros, uno roto y el otro estrellado (que para el caso es lo mismo y requieren de cambio), las salpicaderas, izquierda y derecha dañadas, el cofre levemente lesionado, la puerta del piloto afectada para realizar su función de abrir y cerrar, la parrilla hecha trizas y el logo de la marca junto con la placa delantera hecho añicos; a esto debo decir que la placa quedó colgado de un tornillo, amén de eso la pintura del coche también se vio afectada.


Fue un choque leve, sin duda. Puaf…


Un descuido y pegué por alcancé, sí, yo tuve la culpa, aceleré cuando el vehículo delante de mí también aceleró; pero la mujer (a la que tampoco le pasó nada, por fortuna, lo mismo que a su acompañante), con la que me impacté, dice que un cabrón se le metió, ella por ende dio el frenón y vino lo inminente. Yo voltee (dos segundos, dos segundos o quizá menos) hacia otra dirección cuando ya estaba estampado; mi hijo pequeño venía conmigo y, claro, el frenón de improviso y a fondo y el impacto lo hicieron llorar. Pero no nos pasó nada salvo el susto que tampoco fue mucho porque no iba para nada recio y lo material, que ahí sí me vi afectado yo.


Jamás en mi vida había sufrido un percance automovilístico, tampoco es que mi vida de automovilista tenga mucho tiempo; las necesidades me han llevado a montarme en una lata de esas y viajar siempre oyendo música que pongo en discos o en memorias USB… tuve que montarme en estas máquinas siniestras haciendo de piloto para poder moverme más rápido con todo y la familia; me hubiera gustado, de menos, haber volteado a ver algo interesante, pero no, ni siquiera eso, simplemente me descuidé y zas, el chiste me salió arriba de siete mil pesos.


Mi maldito seguro no tuvo la capacidad para hacerse cargo del golpe completamente y que no pudiese desembolsar un solo peso. Por fortuna la mujer con la choqué me dijo que ella no pedía nada (repito, su camioneta no sufrió ningún desperfecto), llegaron los peritos y le dijeron que se podía ir. Yo esperé que llegara mi asegurador e hiciera el acta correspondiente y le hiciera a la mamada... y ya. Por fortuna mis papeles están en orden y no tuve ningún problema más. Ei, sí.


Pero esto no es lo importante del asunto. Lo verdaderamente importante es que me di cuenta de muchas cosas; por ejemplo:


No usar el coche en estos días a pie en que estuvo en el taller, me han enseñado a valorar ciertos detalles; empecé a caminar más y me di cuenta que caminando siempre vamos a encontrar elementos para ponernos a escribir, se me vinieron a la mente varias historias o la solución a varias de las historias que tengo en mente; me di cuenta de que con el coche en el taller siempre llegaba temprano a llevar a mi hijo a la escuela y es que uno con el coche se confía y luego andamos corriendo a velocidad Versa para llevar a los niños, para recogerlos, para esto y para lo otro; percibí que hacía más ejercicio, mi podómetro registró diez mil pasos a diario, el mínimo para quemar suficientes calorías; por ende contaminaba menos, ahorraba en gasolina y muchos detalles más, sobre todo, admiraba el maravilloso paisaje que me ofrece mi entidad, caminando.


Claro que también tiene sus contras, porque todo lo anterior fueron los pros… Colima es tierra cálida y yo sudo a la menor provocación, a la menor, eso no está chido cuando son las ocho de la mañana y todavía te espera una jornada larga en la oficina; permanecer el resto del día con ese sudor es incómodo, otro contra es que en el vehículo uno puede cargar hasta con el perico, yendo en transporte público eso es prácticamente imposible o no imposible, pero es cansado, incómodo, molesto y engorroso; me di cuenta de algo que hace tiempo ya no sufría y volví a sufrir en estos tres o cuatro días a pie…


En días de estudiante era común viajar en el bendito transporte público (generalmente camión porque el taxi sale y salía caro y pues uno #Estudiante); puedo decir con beneplácito que durante mi carrera de estudiante en el transcurso de mi casa al plantel leí muchísimos libros (teniendo en cuenta que el transporte público hace entre cuarenta, cuarentaicinco minutos y hasta una hora. Y puedo decir con toda seguridad que en la actualidad siguen haciendo el mismo tiempo de recorrido). Para una persona que tiene varias cosas por hacer durante el día eso es tiempo transcurrido que no se repone tan fácil; mejor viajar en vehículo propio; otro detalle que me parece interesante resaltar es que las unidades cuando yo era estudiante eran deplorables… han pasado varios años desde que utilizaba el servicio de transporte público y puedo decir que siguen igual… o, incluso, están peor.


Estos días a pie tuve que moverme rápido (como es costumbre) y para moverme rápido eché mano de abordar un taxi, que no hiciera en su recorrido mucho tiempo, que fuera confortable, para mi uso y que no hiciera paradas continuas.


Las dos unidades que abordé para llevar a mi hijo a la guardería y luego la otra para ir a recoger mi vehículo a la agencia eran, literalmente, dos carcachas que… mejor ni describirlas por respeto al lector, pero me sentí totalmente a disgusto con el servicio, sí, el tiempo fue hasta eso bueno, fui y vine rápido, pero en una de esas el chofer quería subir más pasaje (sin pedirme permiso y no es que fuera el dueño de la unidad pero sí estaba en ese momento a mi servicio, servicio que iba a pagar, por supuesto). Ante esto, el chofer notó mi actitud y mejor continúo hasta llegar a mi destino. A la pobre unidad le tronaba y le sonaba todo, el asiento súper incómodo, ya estoy viejo y me estorba la panza para subirme a mis anchas, sentía que el tablero del carro me quedaba en las rodillas, no traía música, el espacio donde iba el autoestéreo había un hecho terrible donde se veían cables colgando, polvo y demás cosas. Se supone que en la entidad hay una especie de verificación vehicular para que ese tipo de carcachas no circulen o los dueños de las placas cambien el vehículo por uno más nuevo y dé un mejor servicio, en fin.


Puedo decir que el servicio de transporte público en mi entidad es pésimo y por eso añoro que mi Versa (aunque sea hecho de plástico y me lo vendan a precio de súper mega lujo) esté nuevamente en la cochera de mi casa. / 66 años de la ACPE.

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