Ágora: Primero todos
- Emanuel del Toro
- 28 abr 2019
- 3 Min. de lectura

Primero todos.
El capricho de negar lo que se puede y la necedad de poder en lo personal, lo que a diario nos negamos en lo colectivo; a eso es que se reduce la miseria de que siempre existan más opciones para decidir, que recursos efectivos para volver realidad el contenido de nuestras decisiones. El punto es que en una sociedad como la que hoy vivimos, donde el valor de elegir lo que deseamos se halla sobre dimensionado frente a la posibilidad de que lo que se decide tenga sustancia (contenido), y sea realmente llevado a la práctica, ofrece más razones para preocuparnos por la salud del tejido social, que motivos para pensar que basta con poder elegir libremente, para que en automático se den condiciones que favorezcan el integro desarrollo de cualquiera.
A menudo me pregunto: Qué sentido tiene pensar en la existencia de un mínimo de acuerdos sociales básicos para la reproducción de nuestras instituciones políticas (llámese ciudadanía, partidos políticos o gobiernos democráticos), ahí donde lo que se decide nos lleva con frecuencia, al exabrupto de vernos elegir entre la inmoralidad de soportar casi cualquier cosa en nombre de la paz y la estabilidad de un sistema político corrupto, anacrónico y excluyente, y la tentación de por ello mismo, mandar las cosas al carajo para crear un nuevo orden, sólo para comprobar cómo pasado un tiempo, todo vuelve al punto del que partió.
¿Cómo pensar en que nuestras autoridades públicas actúen con franca rectitud y probidad por el bien de todos, ahí donde por principio de cuentas la honestidad brilla por su ausencia como valor colectivo? Lo que es más, con frecuencia nuestra cultura popular celebra la sagacidad y viveza de aquellos que en la búsqueda de satisfacer sus propios intereses al precio que sea, logran salirse con la suya, sin pagar por ello en lo más mínimo.
¿Cómo pensar que nuevos modos de hacer las cosas serán posibles, ahí donde lo que define a nuestra sociedad, es una perenne resistencia al cambio? Opción por sobre encima del cual se antepone la preservación de todo tipo de excesos y distorsiones estructurales, que no hacen otra cosa que privilegiar el encumbramiento de unos pocos, frente al progresivo deterioro vivencial de mayorías, que a diario ven como sus opciones de desarrollo personal se ven pulverizadas para beneplácito de quienes mayores recursos disponen.
¿Qué por qué pensar en estos temas para cosa del desarrollo político, cuando es bien sabido que mucho se dice y muy poco se hace? La verdad es que aunque la cuestión puede resultar ya de por sí bastante desalentadora, es necesario poner en perspectiva que un primer paso para superar los efectos que el egoísmo personal llega a tener sobre el desarrollo colectivo de una sociedad, es re valorar la importancia de poner el bien común como de interés público.
Porque ninguna de las muchas opciones político ideológicas que a diario y desde muy diversas perspectivas se discuten, para mejorar nuestras opciones como sociedad, habrá de funcionar hasta que se haga el esfuerzo colectivo de reconocer que, cuando por lo más que se mira es el bienestar propio, sin consideración de lo que a otros les pueda ocurrir, perdemos todos. Quizá sea por ello que cuando me preguntan qué propones, no se me ocurra otra cosa que decir: primero todos.
Y me dicen loco, porque ya en la adultez, sigo padeciendo esa necedad propia de un niño de creer que otros harán por uno, lo que uno haría por ellos... Vaya mundo, lo de menos es decir que me resulta raro como a diario termino probando que casi nunca es de ese modo, y sí, lo sé, ya debería estar acostumbrado, pero qué se le va hacer. Así fui siempre; Loco ¡Pinche loco! –me decían en la escuela, por hablar de ser solidarios, de la confianza como factor del desarrollo político de una sociedad, por realmente estar convencido de que otro mundo es posible.
Y pensar que mis viejos creyeron que alguna vez iba cambiar mi modo de pensar, pero me parece que no tengo remedio, ya voy para los 38 y nomás no me compongo, por el contrario cada vez estoy más loco: Sigo con esa necia idea de querer cambiar el mundo y hacerlo un sitio que valga la pena legar. A menudo me pregunto si tenerle mucha fe a la capacidad del ser humano por hacer las cosas con mayor amabilidad tendrá sentido... Lo menos que soy capaz de pensar es que si al menos logro contagiar aunque sea una sola persona de aquellas que tengo agregadas en esto de las redes sociales, quizá habrá valido la pena jugar a que escribo algo que valga la pena recordarse.