Café exprés: Sentirse humanos
Sentirse humanos
Anoche terminé con el corazón apachurrado, pero me sentí humano dentro de este sistema que, parece, nos vuelve autómatas día a día.
Luego de una jornada que se tornó intensa (donde llevé a cabo el cierre de mi taller dinámico de lecto-escritura creativa dentro de las jornadas altexto 2019; lugar donde conocí y conviví con personas maravillosas, tuve también la titulación de un alumno para complementar las estadísticas de titulación, preparé, de la misma manera, la próxima titulación de otro alumno que luego de tantos trámites por fin lo hará, en otro por fin… me aceptaron los reactivos para el Egel 2019 donde espero acrediten más alumnos del presente semestre y salgan pronto esta licenciatura, y cerré la noche dando una charla sobre procesos creativos dentro del programa tradicional Noche de encaladillas).
Y ahí, justamente ahí, ya en la tarde-noche calurosa de Colima fue donde mi corazón tronó en mil pedazos haciéndose chachitos, añicos diminutos quedando sus fragmentos regados por todo ese espacio que es el museo de culturas populares María Teresa Pomar. Y en seguida explico por qué.
En nueve años del tradicional café literario Noche de encaladillas, en nueve años, el día de ayer no fui recibido por mi querido Toño Enciso, ayer su sonrisa, afabilidad, trato y presencia física no me acompañaron. Lo lamenté terriblemente. Lo lamenté y lo extrañé.
Sé que de manera inmaterial estuvo ahí, lo sentí porque la charla que le dediqué me quedó, hasta eso, decente; creo que las personas se divirtieron con mis dichos, decires y bromas. Espero generar (y haberlo hecho ayer en la noche) en alguno de los asistentes el gusto por escribir, pero más por leer por placer.
Querido Toño, ayer no te abracé, ni te vi, pero sé que desde donde te encuentres ahí me viste como cada martes, encaladillado, bebiendo café y disfrutando de los martes por la noche.
Antes de dar mi charla sobre procesos creativos, genio (así nos decíamos de cariño Toño y un servidor: genio), me mandaste a los papás de la querida y estimada Sofía Haro, fallecida el pasado tres de mayo; los señores pensaron que lo que iba a suceder ayer en la noche sería un homenaje a su hija y me contaron algunas cosas que, por respeto, no diré aquí pero que me calaron hondo, muy hondo y me sacaron las lágrimas y no… simplemente no me pude contener, me solté a llorar...
Sin embargo, sacando fuerzas de quién sabe dónde, extrañando tu recuerdo, genio, y ahora también el recuerdo de Sofi así, y con todo esto en mi corazón, en mis entrañas… me paré frente al público y me lancé al ruedo como me lanzo siempre. Porque con los amigos no me ando a tientas y, genio, tú fuiste un gran amigo y el genio en realidad lo eras tú, querido maestro.
Esta charla, como pudiste ver (porque te repito… yo sé que estuviste ahí), esta charla te la dediqué a ti, toñito, a ti y a la estimada Sofi, yo creo que por eso me quedó decente (o al menos así me lo pareció a mí).
Te mando un abrazo fuerte a donde quiera que te halles, querido genio y, aunque este martes terminé con el corazón apachurrado de melancolía, jamás podré olvidar tu pasión, tus charlas y tu presencia, así como tampoco podré olvidar la pasión de Sofi por las letras, la música, la poesía. Gracias por tu amistad, genio.
Esto sin lugar a dudas me hace sentirme humano.
Gracias toño, gracias sofi… por tanto… por tanto.
Gracias, querido genio.