Bitácora de Marly: Ruptura de muro continental con poesía colimense
Ruptura de muro continental con poesía colimense
No soy poeta, pero soy lectora de poesía; sucede que desde mi trinchera he conocido las plumas colimenses que se dedican al oficio de los versos. Podría citar a Octavio Paz para explicar dicho género literario; sin embargo, me parece más interesante señalar qué es poesía a través de la perspectiva de Veintidós poetas de Colima.
La poesía es canto, adoración, libertad. Canto primigenio del hombre: un diálogo con Dios. Intimidad. Espejo donde se mira el que cambia, pues confronta a su propia conciencia a través del lenguaje. Acomoda palabras: las que usamos todos los días. Un poema puede escribirse en un orgasmo. Escribir y leer poesía nos mueve a buscarnos en nosotros mismos –sacarse la bestia de adentro y entrar en la bestia, convertirse en ella– y a encontrarnos en los demás. Es salvación porque se vuelve tus ojos, tus oídos, tu corazón para sentir y transformar la realidad en belleza. Cualquier objeto es susceptible de ser poético. La poesía es un perro fiel que acompaña hasta la muerte.
Ada Aurora Sánchez, en función de compiladora, y en conjunto con las casas editoriales: Amargord Ediciones (española) y Puertabierta Editores (mexicana), rompen un muro continental con Veintidós poetas de Colima. Parota de sal, antología (2019). Antes de hablar sobre los temas presentes en el libro, considero primordial indicar su origen, para no suscitar críticas debido a su condición selectiva.
Tres puntos clave fueron considerados para el nacimiento de la antología: uno, rendir homenaje a Víctor Manuel Cárdenas, poeta y fundador de la colección Parota de sal, a casi su segundo aniversario luctuoso; el dos y el tres van de la mano, contribuir al reconocimiento de la poesía de Colima a través de una difusión dentro y fuera de México, de manera puntual en España.
La colección Parota de sal está conformada por dieciocho títulos que Víctor Manuel Cárdenas alcanzó a supervisar, aunque uno fue publicado hasta el 2018; a tales títulos se suman cuatro más que se encuentran en proceso de edición. Así que, son veintidós los y las autoras que forman parte de dicha colección, justo ahí radica el nombre de la presente antología. Bajo este criterio de selección no fue posible incluir otras voces colimenses que resuenan local, nacional y/o internacionalmente como: Magda Escareño (1956), César Anguiano (1966), Rogelio Guedea (1974), o Juan Carlos Recinos (1984)…
Veintidós poetas de Colima. Parota de sal, antología reúne cinco generaciones: de los cincuenta a los noventa. A todos los autores compilados se les considera de Colima por nacimiento, adopción geográfica o decisión afectiva.
Unos poetas expresan su sentir sobre la realidad con humor, ironía y/o parodia. Otros buscan el tono coloquial y la oralidad. Uno que otro apuesta por la experimentación del lenguaje y del poema. En fin, cada autor tiene su estilo para plasmar los temas de su interés, así él se desdobla en sus versos, y el lector se encuentra en esos versos introspectivos.
El lector vislumbra la geografía colimense: su fauna, flora y clima. Sin embargo, la alabanza a la naturaleza se convierte con Guillermina Cuevas en una reflexión del ser: “Tal vez yo misma llegué a esta tierra / como las semillas que los pájaros reparten. / Pero qué profundas las raíces de mi alma” (p. 39). Carlos Ramírez Vuelvas no conecta con las raíces, pero sí con la figura del árbol: “El árbol me contempla / Mide mi temple en su firmeza” (p. 147).
Asimismo, se viaja al mar para explorarlo desde la soledad con Efrén Rodríguez: “mi tristeza es tan honda tan honda / mi tristeza es más honda que el mar” (p. 56), y con Oscar Robles: “un niño contempla el mar / entre sus dedos…” (p. 193). De este paisaje proviene la sal, que es símbolo de vida y muerte en la poesía de Víctor Manuel Cárdenas: “En el principio / fue la sal / y la sal / terca / creó al hombre” (p. 43).
Ada Aurora Sánchez se centra en el instante de la concepción humana: “Cópula, como ululante copa: no dejes de llenarte” (p. 95). A su manera, Zeydel Bernal hablará de esa unión en el poema “Tu piel roja, abierta” (p. 119), y Jesús Adín Valencia en “Corrección automática de palabras” (p. 128).
El amor erótico pasa a ser amor filial: “Que te guste el mundo, mi niño, esa es mi tarea” (Sánchez, 2019: 98). El hijo manifiesta su cariño en el poema “Últimas palabras (a mi madre)” (p. 213) de David Luna, quien desea esquivar el olvido, como lo hace también con la correspondencia de cartas entre el famoso pintor Vicent van Gogh y su hermano Theo.
En contrate parte, Ángel Gaona retrata la soledad, el lado oscuro del amor, en su poema “Mesa para uno” (p. 61). En esta sintonía se encuentran los versos de Armando Martínez Orozco: “Ven pronto a incendiarme la tristeza: / llagas broten de tu despedida, / costras de soledad se arranquen de mí, y sea mi dolor agua corriente” (p. 201).
La temática de lo cotidiano ofrece el encuentro de Avelino Gómez con la poesía: “Este oficio es una isla y tiene trampa: / porque es cansado estar vivo / pero cansa más nunca escribir nada” (p. 104). El ser humano en su día a día necesita de lazos, pero esa necesidad para Josué Solís Hernández es “palabra-engaño” (p. 153), por lo que, páginas siguientes declara: “De alguna forma todos somos huérfanos” (p. 156).
Gabriel Govea ofrece el diálogo con nosotros mismos: “Es el grito el espejo del hombre, / el hombre mismo sin su sombra, / sabiéndose carne, / sintiéndose vivo, inexorable” (p. 166). La noche y su oscuridad son recursos de Guillermo Clemente para que la voz lírica reflexione sobre quién es: “En esta noche algo he olvidado / pero de ella no soy nada / soy otra noche a la cual / tampoco pertenezco” (p. 169).
La crítica social es tangible con las estatuas de Gloria Vergara porque toman cualidades humanas: “Yorgos desenterrando un brazo de Milo / en la fosa de Ayotzinapa” (p. 69). Sergio Briceño Zamora nombra la realidad del drogadicto, el narcotraficante y el neurótico. La voz lírica del carterista anuncia: “Lo que quiero es tener la sensación / de arácnido. / Que yo me quede ahora con lo de ellos / sería lo mejor, lo equilibrado” (p. 85).
En la poesía de Krishna Naranjo está presente la historia, ejemplo de ello es el proceso evangelizador en América: “Los indios intentaron redimirse en 1526 / según lo dictaban los franciscanos” (p. 177). La poeta busca la reconciliación con el mundo prehispánico, plasmada se encuentra en el poema “Tierra lúcida” (p. 180).
Verónica Zamora le rinde culto al género femenino en “El decálogo de Afrodita” (p. 81). Mientras que, el papel de la mujer en los poemas de Indira Cruz es para cuestionar las normas de la sociedad conservadora como en “Hojas sobre los hombros” (p. 185).
El cuerpo deja de ser sensualidad y se manifiesta enfermo y con limitaciones con Nadia Contreras, por ejemplo, la pérdida de la visión: “los colores / comienzan a morir / y el frío, / el calor, / lo liso o lo rugoso” (p. 111). Cristóbal Barreto Heredia busca en lo absurdo la libertad del ser humano: “Seamos orangutanescos / que de las lianas del cuerpo nos cuelguen infinitas / formas de treparnos en el otro” (p.138).
Espero que con este recorrido por las ramas de la antología haya sembrado en ti lector, la semilla del interés, ojalá germine con la lectura de los veintidós poetas. Queda en tus manos que la poesía colimense siga floreciendo con tu voz.
Bibliografía:
Veintidós poetas de Colima. Parota de sal, antología. Compilación y prólogo de Ada Aurora Sánchez. México: Amargod Ediciones / Puertabierta Editores, 2019, 240 pp.