Vislumbres: Una travesía trascendente
UNA TRAVESÍA TRASCENDENTE
Primera parte
COMENTARIO PREVIO. –
En días pasados estuve comentando aquí un poco de cuanto aconteció hace 500 años, tras el primer encuentro que el conquistador Hernán Cortés tuvo con Moctezuma Xocoyótzin en la ciudad de México-Tenochtitlan. Pero hoy quiero retroceder cuatro meses para mencionar el dato de que, sin que Cortés estuviese, tal vez, enterado al respecto, un gran marinero, tocayo y contemporáneo suyo, se estaba preparando para realizar una hazaña diferente: la de realizar por primera ocasión un viaje alrededor del mundo.
Ese tocayo de Cortes era, igual que él, indistintamente nombrado como Hernando o Fernando, pero de Magallanes. Mismo que cuando Cortés estaba apenas en Cempoala, disponiéndose a iniciar el arduo viaje que lo llevaría al encuentro con los tlaxcaltecas, él estaba en Sevilla, disponiéndose también a partir hacia San Lúcar de Barrameda, para concluir el avituallamiento de las cinco naves que constituían su flota.
Hernán, en su Segunda Carta de Relación afirma que partió de “Cempoala el 16 de agosto [de 1519]”, y para ese día su tocayo iba navegando ya por el Guadalquivir, pues en su bitácora dejó anotado que partió desde Sevilla, con la marea alta de la madrugada, el día 10 de ese mismo mes y año.
A partir de aquella segunda semana de ese memorable agosto, dos insólitas secuencias de datos, recorridos y acciones se fueron desarrollando al parejo, pero al margen una de otra, y si la iniciada por Cortés concluyó en su primera fase con la “toma de México-Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521”, la de Magallanes concluyó, pero ya con él sin vida, el 9 de septiembre de 1522, cuando, luego de haber “cruzado cuatro veces el Ecuador, y […] casi tres años después de su partida”, sólo pudieron volver a desembarcar en Sevilla, 18 de los 239 hombres que habían iniciado el viaje que hasta esa fecha memorable se consideró imposible”.
RECUENTO DE DAÑOS Y UN CAMBIO DE PERSPECTIVA. –
Para el tiempo en que Magallanes y Cortés estaban tratando de realizar los hechos que comenté, ya habían transcurrido 27 años del primer “descubrimiento” de Colón y ya otros navegantes habían recorrido las actuales costas de Centroamérica, Colombia, Venezuela y Brasil, llegando inclusive al Mar de la Plata, en la actual Argentina, pero si los relatos de casi todas estas aventuras estaban regados de sangre, el oro y otras riquezas que los marinos llevaban de regreso a España continuaban despertando ambiciones y nunca faltaban quienes, no teniendo demasiado qué perder en los avejentados pueblos de la Península, quisieran embarcarse con tal de ganar algo, y hacerse, tal vez, ricos en muy poco tiempo.
Impulsados, pues, por la curiosidad de saber y por la ambición de tener, 239 hombres se embarcaron aquel día con Fernando de Magallanes, recorrieron las costas brasileñas, luego las argentinas y, un día, cuando habían dejado ligeramente atrás unas heladas tierras donde vieron algunos indios gigantescos a los que denominaron “patagones”, de repente se vieron jalados por una poderosísima corriente que los empujó hacia una gran isla rocosa fuertemente golpeada por las olas.
Estuvieron a punto de zozobrar, pero lograron librarse del fortísimo oleaje y, tras de hacerlo, se abrió ante sus asustados y azorados ojos la inmensidad de otro horizonte azul del que nunca les había hablado ningún otro marino europeo. ¡Habían descubierto, pues, el estrecho tan largamente buscado, para pasar a donde creían que estaban las verdaderas indias y sus especias, pero igualmente se equivocaron!
Tres largos meses divagaron por el anchuroso océano al que Núñez de Balboa bautizaría equívocamente como “Pacífico”, sin que sus ojos vieran más que pequeños e inaccesibles islotes en donde supusieron no habría ni el agua ni la comida que les faltaba, hasta que por fin llegaron a una isla habitada y se enfrentaron con nuevas penurias y grandes peligros, porque en ésa y en otras muchas de las que posteriormente vieron, sus habitantes eran belicosos y no desdeñaban la posibilidad de comer carne humana.
Un año y medio después de zarpar (al iniciar abril de 1521) “descubrieron” otro archipiélago de mayores proporciones en cuyas aguas ya vieron surcar numerosas lanchas de pescadores y, a lo lejos, unas embarcaciones un poco más grandes con velas de algún material vegetal. A ese “nuevo” conjunto de islas, la gente de Magallanes les llamó “archipiélago de San Lázaro”. Mismo que con el paso del tiempo habría de cambiar de nombre y ser bautizado como las “Islas Filipinas”, en honor a otro rey que financió otra expedición posterior.
El día 7 de ese mismo abril, desembarcaron en una isla grande, bastante poblada, que todavía hoy se llama Cebú. Su “rey” los recibió muy bien y se pusieron todos contentos, pero 20 días después, al tener que verse forzado a pelear con los nativos nada pacíficos, Magallanes y muchos de sus compañeros perdieron la vida y, ya con la tripulación muy menguada, el tercero de los compañeros que tuvieron que obrar como sus sustitutos, llamado Juan Sebastián Elcano, tuvo que tomar el mando para tratar de completar aquel “primer viaje de circunnavegación”, como se le conoce.
Regresaron a Sevilla, dije, sólo 18 de los 239 marineros, encaramados en un barco sumamente maltrecho, pero con la bodega llena de especias, y que en la cabina del capitán llevaba, más que cualquier otra cosa, un cúmulo importante de información que, si bien pudo haber hecho llorar a los familiares de todos los marineros que se habían perdido, hizo ver al rey y a sus ayudantes, con una nueva perspectiva a toda esa parte del mundo.
LA SEGUNDA VUELTA Y UN INQUIETO MUCHACHO. –
Dos y medio año después, la gente del rey Carlos V ya tenía construidas, avitualladas y provistas con cañones, siete naves más, para emprender el segundo recorrido alrededor del orbe. Un fraile juanino, llamado García Jofre de Loaisa, fue nombrado capitán general de aquella poderosa armada, y “gobernador de las Islas Molucas”, en donde se suponía tendría que quedarse a poblar con una parte de la gente que llevaba, y a gobernar en nombre del rey. Pero en una segunda nave, bautizada como Santi Spiritus, iba como capitán Juan Sebastián Elcano. El único tripulante que ya tenía el mérito de ser el primero en darle la vuelta al mundo.
450 hombres (y muchas mujeres) iban en esta novísima expedición, y entre todos ellos, un jovencito inquieto, de entre 14 y 17 años, y al que, sin saber, le esperaba una vida de grandes y muy peligrosas aventuras de las que, “con la ayuda de Dios”, según todos ellos creían, habría de salir más o menos bien librado.
Este jovencito nació hacia finales del siglo XV o principios del XVI en un pequeño pueblo de la región de Guipuzcoa, que se conocía como Villafranca de Oria, y fue bautizado con el largo nombre de Andrés Ochoa Urdaneta Cerayuvenios, pero fue conocido como Andrés de Urdaneta.
Pero volvamos con fray García y con el resto de la poderosa armada.
Partió ésta desde La Coruña el 24 de julio de 1525, dos años exactos antes de que otro bergantín nombrado asimismo Sancti Spiritu entrara por primera ocasión por la gran bocana del actual puerto de Manzanillo, y su capitán lo bautizara como Santiago de Buena Esperanza.
No voy a narrar los detalles de esta segunda y muy larga expedición, pero sí decir que, casi con la misma mala suerte que había corrido la de Magallanes, corrió esta otra, y que, en ese largo ínterin, murieron casi 300 marinos y viajeros antes de llegar a Las Molucas.
Otros cayeron prisioneros de los portugueses que, siguiendo la ruta de África, desde muchos años atrás se habían posesionado de varias de aquellas islas, y sólo fueron muy pocos los escasos sobrevivientes que pudieron hacer “fortuna”, conformándose con poder volver, vivos, a sus lejanas tierras.
Mil y una peripecias le tocaron gozar y padecer al joven Andrés de Urdaneta, quien, habiendo sito dotado con una curiosidad desbordada y una gran capacidad para las matemáticas y las observaciones astronómicas, prácticamente se convirtió en pupilo de Juan Sebastián Elcano, y en el guardián de todos sus documentos cuando éste finalmente falleció.
Diez años tardaron Urdaneta y otros nueve sobrevivientes, capturados en algún momento por los portugueses, en poner pie de nueva cuenta en tierras europeas. Les respetaron la vida en Portugal y los dejaron emprender su viaje a pie a España, pero a Urdaneta le quitaron toda la documentación que llevaba, pero que, por otra parte, había tenido el cuidado en aprenderse de memoria. Y de memoria comenzó a reescribirla para dársela al rey, que quedó azorado con lo que le contó aquel notable individuo.
HERNÁN CORTÉS EN COLIMA Y LOS DESCUBRIMIENTOS QUE PROMOVIÓ. –
Mientras todo eso acontecía en los dos primeros viajes alrededor del mundo, Cortés en la Nueva España había dejado de ser el capitán general, pero había decidido irse a radicar a Colima, no sólo para estar muy al pendiente de otras expediciones marinas que él mismo había financiado siguiendo toda la costa hacia el norte, sino para enfrentar a un viejo enemigo suyo, Nuño Beltrán de Guzmán, que se había quedado con varios de los pueblos que anteriormente fueron de Cortés.
En enero de 1535, estando precisamente en Colima, Cortés recibió una notificación real, designándolo como Marqués del Valle, y creando para su beneficio el Mayorazgo de Oaxaca, dotado con cantidad de tierras, minas y pueblos indígenas que por voluntad del rey y la reina de España trabajarían indefinidamente para él y sus sucesores.
Posteriormente, el día 15 de abril de 1535, teniendo ya botados varios barcos que no podían llevar toda la gente y los caballos que iban con él, decidió que su parte armada se fuera con él desde Santiago hacia Culiacán, en donde estaba radicando Nuño.
Muy mal le fue esa vez, pues aun cuando logró que Nuño lo dejara provisionalmente tranquilo, y sus barcos descubrieron el Golfo de California y fundaron la Villa de la Santa Cruz (hoy La Paz), muchos de sus acompañantes murieron, perdió casi todos sus barcos y regresó, avergonzado, a Santiago-Colima en marzo de 1536, partiendo casi de inmediato hacia Acapulco. A donde llegó en abril.
Menciono todo esto porque como los lectores que continúen leyendo la segunda parte lo podrán comprobar. No tardaría mucho en que, tal vez sin haberse visto nunca, las vidas de Cortés y de Urdaneta estarían recorriendo similares derroteros.
URDANETA SE INSTALA EN LA NUEVA ESPAÑA. –
Urdaneta fue, en efecto, contemporáneo del conquistador Hernán Cortés, pero como éste andaba en tierra y él “en la mar”, posiblemente no se conocieron nunca, aunque sí es probable que cada uno haya oído hablar del otro.
Pero con quien sí tuvo importantes tratos el famoso navegante fue con don Antonio de Mendoza, primer virrey de la Nueva España, a quien, portando “armas y caballos” a su propia costa, acompañó en 1541 en la “conquista y pacificación” de los “indios caxcanes” del cañón de Juchipila, que por aquellos años estaban imposibilitando a los españoles la fundación de la ciudad de Guadalajara, y a los que derrotaron en la tristemente famosa “Batalla del Mixtón”, en la que asimismo perdió la vida el conquistador Pedro de Alvarado, capitán de los que sí habían militado bajo las órdenes de Hernán Cortés.
Cuentan esas viejas crónicas que, una vez pacificados los caxcanes, el virrey quiso afianzar su dominio en la región de Tequila, y que en cuanto logró ese propósito, siempre acompañado, entre otros, por el aguerrido Andrés de Urdaneta, se trasladó por las antiguas veredas prehispánicas a la Villa de Colima, la más notable población de la Nueva España en aquel momento, a donde, viajando por el camino que procedía de Zapotitlán, arribó en muy mal estado de salud, y desde donde, todavía algo malo, con calenturas al parecer, marchó trabajosamente hasta la ciudad de México, en donde ordenó el acondicionamiento de aquellas antiguas veredas para convertirlas en caminos de herradura y tomar bajo su vigilancia y control, el que a partir de entonces fue conocido como Camino Real de Colima, verdadera columna vertebral de todos los caminos que posteriormente se desprendieron de él por el occidente de lo que hoy es México.
Continuará.
PIES DE FOTO. –
1.- Las vidas y las aventuras de Hernando de Magallanes y Hernán Cortés corrieron en parte simultáneas, pero continuaron con muy diferentes derroteros.
2.- A Juan Sebastián Elcano se le atribuye el mérito de haber completado el “primer viaje de circunnavegación” alrededor del mundo.
3.- Así como se atribuyeron el mérito de “haber descubierto” las grandes y pequeñas Antillas, los españoles se atribuyeron “haber descubierto” Las Filipinas.
4.- Dentro de aquel oscuro panorama, de repente hubo luces y grandes personajes visionarios. Uno de ellos fue Andrés de Urdaneta. Un gran navegante que anduvo por acá, en Colima.