Café exprés: Salomón de la Selva
Salomón de la Selva
Pareciera que el maestro Rubén Darío (máximo exponente y representante del modernismo en lengua española fuera un autor mexicano, pero no, es nicaragüense). Nicaragua además de pertenecer a América Central y tener un territorio espectacular lleno de volcanes, playas y lagos (como espectacular es también México) nos ha legado a grandes autores entre los destacan obviamente Rubén Darío, Claribel Alegría (nacida en 1924 y fallecida apenas en 2018, aunque de ella, Tito Monterroso el creador del cuento del dinosaurio, en el libro Pájaros de Hispanoamérica publicado en el año 2001 bajo el sello Alfagura, sitúa a la autora en El salvador y la define como salvadoreña y no como nicaragüense, en fin), a la lista se suman, Ernesto Cardenal, Azarías H. Pallais, Rafael Pallais y en este caso a Salomón de la Selva (que no entiendo por qué no está en la lista de autores que consulté en la red mundial), Sergio Ramírez (ganador del premio Alfagura de novela con la historia Margarita, está linda la mar, que es un verso de su coterráneo Rubén Darío) y que dice más o menos así:
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
* * *
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.
De este poema nació, con Sergio Ramírez una novela. De Nicaragua hay muchos autores y autoras más que han salido para el mundo.
Pero no es de Rubén Darío, ni de Sergio Ramírez y tampoco de Claribel Alegría, ni de todos esos autores que han hecho que Nicaragua sea… de quien les quiero hablar en este espacio, no, de quien les hablar en esta columna es de Salomón de la Selva, otro poeta del Nicaragua que, dejando de lado el modernismo de Rubén Darío y el dulce verso que acabamos de leer; Salomón se enfrentó a otro tema mucho más delicado y más en boga hoy y siempre: la desesperanza que da una guerra, el dolor, la muerte, la destrucción que da vivir siempre en combate gracias a una maldita guerrilla consecuencia de una dictadura.
Las dictaduras (que en México tenemos la dictadura perfecta amén de esta mal llamada 4T) son una lucha constante de gente que no está de acuerdo con el dictador y es un cuento casi de nunca acabar.
Salomón de la Selva me recordó a grandes poetas: Federico García Lorca, Juan Gelman, Roque Dalton; Mario Benedetti y un puñado más porque sus poemas son un grito a la desesperanza, un estate quieto para el sistema opresor, una tabla de refugio para quien quiere tener esperanza, alcanzar sus sueños, vivir la vida.
La poética de Salomón de la Selva me ha destrozado el cuerpo, el corazón y todos los órganos porque en esta realidad que vivimos (que siempre supera a la ficción)… no quiero que mis hijos crezcan envueltos en este odio que parece carcomer a la raza humana y que, a decir del gran Stephen Hawking este hecho, este odio, este despotricar contra el otro será el inicio del fin de la raza humana sobre esto que hemos catalogado como mundo.
Hay que leer la obra poética de Salomón de la Selva y de todos los y las poetas y/o escritores /as que fueron y han sido acosados, violentados, expuestos al grado tal de dejar su patria, para encontrar refugio y tranquilidad necesarios para vivir, escribir y leer (que es nuestra pasión) en otro terruño, generalmente muy lejos de casa.