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Vislumbres: Origen y desarrollo de la sociedad colimense de estudios históricos (Segunda parte)


ORIGEN Y DESARROLLO DE LA SOCIEDAD COLIMENSE DE ESTUDIOS HISTÓRICOS


Segunda parte


LOS INICIOS EN EL PERIODISMO. –


En 1982, cuando volví a radicar en Colima después de 15 años de andar por diferentes partes de México y de los Estados Unidos, la Dirección de Educación Federal en el estado ubicó mi plaza de maestro rural en una zona escolar de Manzanillo, en donde fungía como Inspector Escolar, el Profesor Héctor Manuel Mancilla Figueroa, hoy ya jubilado y actual Cronista Municipal de Minatitlán, Col., quien me envió a la escuela primaria “Dr. Miguel Galindo”, del pequeño poblado de Jalipa, ubicado en una zona selvática y plana que hoy, desafortunadamente, se ha convertido en un área suburbana muy deforestada en la que se instalaron numerosos patios para los miles de contenedores que llegan o salen del puerto de Manzanillo.


En aquellos meses, por cierto, apenas se estaba dragando la laguna de San Pedrito para ahondar su fondo y dar pie a la ampliación y modernización de dicho puerto.


Hablando, por otra parte, en términos políticos, en Colima gobernaba doña Griselda Álvarez Ponce de León, una mujer muy culta, pero de la que los colimenses prácticamente no sabíamos nada, excepto que, sin haber vivido la mayor parte de su vida en Colima, había sido senadora por nuestro estado y era la primera mujer que había llegado a desempeñar ese cargo en la historia de nuestro país.


A pesar de mis 28 años yo ya tenía entonces un largo camino andado por diferentes partes del país y había podido atestiguar la comisión de una gran cantidad de raterías y abusos de todo tipo por parte de los gobernantes priistas, quienes ejercían un poder totalitario. Abusos que se manifestaban de manera descarada en mi propio sindicato (SNTE), y que me llevaron a la idea de contribuir a desenmascarar los funestos personajes que así actuaban.


Con ese propósito fui a tocar las puertas del periódico de mayor circulación en estado. Héctor Sánchez de la Madrid tenía poco tiempo de haberse convertido en el nuevo director de “Diario de Colima”, pero aun cuando no me conocía, me puso “a prueba”, y me permitió publicar un artículo semanal, sin pagarme un centavo.


En el Seminario Regional del Norte, de Ciudad Juárez, en donde había cursado la Licenciatura en Filosofía, nos habían enseñado a decir las cosas tal como las veíamos y pensábamos, de tal manera que así comencé a escribir, pero no pasó ni un mes para darme cuenta de que a veces me cambiaban “un no por un sí, o un sí por un no”, atenuaban mis frases, o de plano esa semana no aparecía mi artículo. Así que un día fui con él y le pregunté por qué me censuraban, y él me hizo notar que debían cuidar lo que los colabores decían, dado que tampoco ellos eran libres de decir todo lo que quisieran, porque el gobierno federal ejercía una fuerte presión sobre los medios impresos a través de Pipsa, una empresa paraestatal que controlaba la producción, la distribución y las ventas de casi todo el papel periódico que se utilizaba en el país, y que, por lo mismo, cuando los funcionarios gubernamentales veían o “sentían” que cualquier medio impreso “se pasaba de la raya”, le indicaban a Pipsa que dejara de surtirles papel y los sacaban de circulación, obligándolos a que, si deseaban continuar vigentes, deberían transitar más o menos alineados con el régimen.


Pero más allá de todo eso, y aunque los lectores de hoy tal vez no lo quieran creer, por escribir como yo lo hacía pasé a formar parte de la famosísima “lista negra” en la que estaban inscritos todos de los que fuimos considerados como “enemigos del sistema”.



LOS PORROS DE LA UNIVERSIDAD DE COLIMA. –


En medio de todo eso seguí asistiendo a los cursos de verano de la Escuela Superior de la Educación, de la Universidad de Colima, en donde la supuesta “libertad de cátedra” sólo era una realidad en las clases de medicina, matemáticas y otras materias que nada tuvieran que ver las ciencias sociales y menos con el periodismo y con la política, porque en ésas, la tal libertad sólo era una frase vacía y los maestros que deseaban seguir trabajando allí, tenían que cuidar muy bien sus exposiciones, y abstenerse de mencionar cualquier párrafo que pareciera crítica a los gobiernos priistas y, sobre todo, a la directiva que controlaba las facultades, mediante estudiantes previamente alentados para ser ojos y orejas de la Federación de Estudiantes Colimenses (FEC), del Sindicato Único de Trabajadores (SUTUC) y de la rectoría.


En ese contexto el maestro Gabriel de la Mora me siguió dando clases durante un par de veranos más, y me tocó en uno la suerte de llevar como texto de la Historia de la Educación en México, su libro “Al encuentro de los jóvenes”, en el que trasladando al lenguaje civil la frase “sólo Cristo redime”, enarboló la tesis de que “sólo la educación y la cultura redimen”. Pero cuando finalmente concluí mi licenciatura en Ciencias Sociales, ni siquiera me quise titular, y me fui de ahí con la certeza de “nuestra máxima casa de estudios” era un reducto político controlado por un grupo de nefastos sujetos que mal sabían dar una clase de secundaria, y a veces ni eso.



LA APARICIÓN DE “ÁGORA”. –


Corriendo casi al parejo de todos estos hechos, surgió en Diario de Colima un suplemento cultural dominical que estaba al cargo de Rafael Araiza, un ex estudiante de arquitectura al que su vocación artística lo llevó a meterse al diseño gráfico en el Distrito Federal, y que cuando volvió a Colima estaba muy motivado por una corriente de arte popular que había en la gigantesca ciudad, al que en un plan digamos “cholo-tepiteño”, llamaban “El arte acá”. Muy relacionado con la idea de convertir en arte objetos que incluso eran rescatados de la basura.


Con Rafa “La Chiva” Araiza empezaron a reportarse en “Ágora” otros jóvenes inquietos de su misma generación, que también habían pasado un tiempo estudiando y trabajando en México, como Alfredo Montaño Hurtado y Salvador Márquez Gileta; o como Gustavo Lupercio, quien sin haber vivido en el De Efe, sí vivía en Guadalajara. Los tres ya eran fecundos escritores y querían, por supuesto, hacerse de un público en su tierra natal.


Junto con ellos publicaban también, entre los que más me acuerdo, Teodoro Ponce de León, quien había sido un brillante filósofo desde su juventud; Guillermo Coello Torres, un intelectual de izquierda cuyos temas gravitaban muy por encima del entendimiento de los lectores promedio y Alberto Barreto Villalobos, un literato de altos vuelos y sutil lenguaje.


Colateralmente, y abordando temas que nada tenían que ver con los que abordaban esos notables narradores con dotes y aires de intelectuales, empecé a ver en el “Ágora” las publicaciones de Hugo Alberto Gallardo Virgen, quien redactaba muy amenos reportaje de carácter histórico-geográfico; los cuentos y los relatos históricos del doctor José Salazar Cárdenas que, expuestos con “el lenguaje del pueblo”, después compiló y publicó como los títulos: “Así era Tecomán”, “Las haciendas de Tecomán” y “El maremoto de Cuyutlán”, entre otros libros de su autoría.


Haciendo tercia con ellos dos, con relativa frecuencia y con una muy deleitosa manera de redactar, aparecían los textos del padre Roberto Urzúa Orozco. Mismos que por lo regular ampliaban y/o actualizaban la información que previamente había iniciado con su muy interesante y amena “Trilogía histórica colimense”, que ya iba por su tercera edición; con “Los Tecos, un pueblo sin historia”, y con los hallazgos documentales que le dieron base para establecer la historia del hasta entonces desconocido pueblo de Caxitlan, en donde se estableció la primera parroquia católica que hubo en esta parte del mundo, entre otros muchos temas afines.



OTROS GRUPOS CULTURALES. –


Un tanto separados de ellos, estaban a su vez, algunos de los profesores que fundaron la universidad, o fueron de sus primeros alumnos: como Manuel Velasco Murguía, Gregorio Macedo López e Ismael Aguayo Figueroa, señores ya grandes de edad, pero que seguían figurando en la cultura del estado: Don Ismael era en ese tiempo Cronista Oficial de la Ciudad de Colima y, aparte de su “Anecdotario Político Colimense”, durante muchos años había publicado una muy leída columna periodística que tituló “En tres minutos”; un estudio sobre la Guerra de Reforma en nuestro estado, y un libro de preciosos sonetos que tituló “Retrato nostálgico de una ciudad”. Por su parte, el elocuente profesor “Goyito” Macedo, como le decían de cariño sus amigos y sus numerosos alumnos, era el director del periódico “Ecos de la Costa”, y tenía varios años publicando allí su columna “De los portales a la Piedra Lisa”, en la que, haciendo gala de una excelente redacción, abordaba una muchedumbre de “temas de historia, literatura y hechos actuales”. Y el tercero, considerado el “Decano de la Universidad”, no sólo estaba escribiendo la historia de la misma, sino que, a diferencia de los porros que la dirigían, ya tenía en su haber un par de libros publicados: “Relatos de Colima” y “Cosas de Colima”. Dos volúmenes de amenos relatos que primeramente aparecieron en un periódico local durante más de diez años.


Metidos también en las tareas educativas, pero del nivel básico y medio, estaba los profesores Genaro Hernández Corona, Juan Oseguera Velázquez y Ricardo Guzmán Nava. Quienes se habían destacado por tener espíritus inquietos y ser amantes de la historia y la geografía de Colima.


De los tres, y altamente vinculado con la élite política, el profesor Guzmán Nava acaparaba los reflectores porque ya tenía algunos sexenios en que su nombre aparecía en las boletas electorales, y ya sólo le faltaba ser gobernador del estado. Un puesto al que aspiraba con gran emoción, pero sin descuidar sus inquietudes como historiador.


De muy buenas fuentes sé que cuando en México lo nombraron “director de los Servicios Coordinados de Educación Pública” en el estado de Colima, volvió a radicar acá con el propósito de hacer una vez más la lucha y tratar de suceder en el cargo a doña Griselda Álvarez. Pero la candidatura se la dieron a un político más joven y ya no tuvo más que apechugar.


Volviendo al tema que motivó este escrito, por las mismas fuentes sé que Guzmán Nava se llevó a sus oficinas a sus viejos amigos y compañeros de andanzas históricas: el maestro Genaro Hernández y el maestro Juan Oseguera, a quienes instruyó para formar un buen equipo de trabajo con jóvenes maestros que se dedicarían a enriquecer la historia de Colima. En ese equipo participó el Profr. Juan Manuel Almaguer, y el gran dibujante y cartonista Álvaro Rivera “Rima”, quien habría de ilustrar varios de los libros que por entonces surgieron, y entre los que he podido ubicar las “Crónicas y Lecturas Colimenses” y la “Geografía de Colima para los Alumnos de Escuelas Primarias”, del profesor Ricardo; las hoy ya muy famosas y súper consultadas “Efemérides de México y Colima”, del maestro Juan, y las “Tesis pedagógicas de Gregorio Torres Quintero” que, si bien no se publicaron entonces, recopiló el maestro Genaro.


Yo mismo (y casi al simultáneamente a cuando lo hicieron la poeta Verónica Zamora y el periodista cultural Víctor Gil Castañeda), me incorporé como colaborador asiduo de “Ágora”, donde empecé a realizar mis pininos en las bellas letras con cuentos, poemas, entrevistas y relatos de viaje que, sin embargo, no merecieron caber en ninguna de las antologías que se publicaron en aquellos años.


LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL DE 1988. –


En marzo de 1987, durante su acostumbrada asamblea nacional anual, el PRI expulsó de sus filas al Lic. Porfirio Muñoz Ledo y al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano por señalar las mismas fallas y por proponer los mismos correctivos que algunos periodistas críticos teníamos años señalando.


Porfirio estaba entonces casado con la muy guapa e inteligente colimota Bertha Yáñez Centeno Cabrera, y era cuñado de mi buen amigo, el licenciado Ismael Yáñez Centeno Cabrera, quien como yo era miembro de una asociación civil que nombramos “Cultura y Democracia” (CyD).


Viendo lo que estaba ocurriendo en el PRI, a principios de noviembre de ese año, los integrantes de CyD tuvimos una reunión especial en la que, tras de hacer un análisis de la realidad, uno de los compañeros propuso apoyar, de manera independiente la candidatura presidencial del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que le había sido ofrecida por el PARM, pero la idea no fue del agrado de algunos socios y prefirieron salirse del grupo.


Los que estuvimos de acuerdo decidimos invitar a los dirigentes estatales del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), del Partido Socialista Unificado de México (PSUM), del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y del Partido Popular Socialista (PPS), y el 20 de noviembre nos reunimos con ellos en una comida que se realizó en el rancho de “El Aguacate”, en el municipio de Cuauhtémoc, Col.


Ahí, luego de comer y brindar, se expuso la idea de formar una agrupación pluripartidista que apoyara la candidatura presidencial del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para las elecciones de 1988, y que en Colima presentara candidatos comunes.


Pero ni los dirigentes del PRT, ni los del PSUM aceptaron apoyar a Cuauhtémoc y, como los demás dijimos que sí, “Cultura y Democracia” invitó a Porfirio Muñoz Ledo para que vinera a Colima y alentara de algún modo a la gente a participar con nosotros.


Pero muy al margen de todo ese bullicio político, el Ingeniero Arturo Navarro Íñiguez, actual cronista de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, dice, en la primera edición de su libro “Andares”, que fue precisamente a “fines de 1987 cuando surgió [en Colima] la idea de conformar una agrupación”, donde varios de los autores que he venido mencionando “pudieran comentar e intercambiar impresiones y resultados de sus múltiples estudios y desvelos”. Y que por “iniciativa del Profr. Genaro Hernández Corona, al que secundaron los profesores Ricardo Guzmán Nava, Juan Oseguera Velázquez y la señora María Ahumada Peregrina de Gómez, iniciaron la elaboración de una lista de personas que compartieran esa misma inquietud”. De manera que lo que sería la SCEH se estaba gestando al mismo tiempo que se estaban caldeando los ánimos de los mexicanos que participamos muy activamente en las elecciones presidenciales de 1988. Pero de todo eso seguiremos hablando después.


PIES DE FOTO. –


1.- El Profr. Genaro Hernández Corona, director de la Escuela Primaria Gregorio Torres Quintero y gran aficionado también a la investigación histórica, propuso la idea de fundar la SCEH.


2.- Gabriel de la Mora, cultísimo egresado del Seminario Conciliar de Colima, dio lustre a la Universidad durante una parte de la década de los 70as y principios de los 80as.


3- El padre Roberto Urzúa Orozco, filósofo titulado en la Universidad Gregoriana de Roma, y ex catedrático del Seminario Mayor de Colima, se había convertido en gran conocedor de la historia de Colima.


4.-Desde mucho antes de que la gobernadora Griselda Álvarez fundara la Casa de la Cultura de Colima, la casa particular de doña María Ahumada Peregrina de Gómez era el punto de reunión de no pocos de los intelectuales colimenses.


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