Agora: ¿Qué es lo que estar en pareja significa?

¿Qué es lo que estar en pareja significa? Un comentario personal en torno al día de los enamorados.
Por: Emanuel del Toro.
Pasada la verbena comercial de lo que el día de los enamorados significa para el cochino mundo posmoderno en el que vivimos, se hace necesario preguntarnos con brutal honestidad para lo que toca a lo propio: ¿Qué es lo que estar en pareja significa? Decidirse a emparejarse conlleva una extraordinaria amalgama de voluntades; negociable a dos tiempos. Por principio de cuentas, tiene que haber, sí o sí, respeto propio; pero también lo tiene que haber simultáneamente para con la pareja. Porque para estar en pareja, tiene que haber reciprocidad.
Esto es, que las atenciones y/o detalles que surgen en el seno de una pareja, deben darse de ambas partes, con acuerdos a medio camino entre ambos integrantes de la relación. Acuerdos que sepan amalgamar los referentes de quien nos importa con los propios; ni que decir de la disposición de construir nuevos referentes, debe hacérselo partiendo de reconocer que al decidirnos a estar en pareja adquirimos responsabilidades de mutua autoprotección. Quien pretenda emparejarse, pero sin dejar de vivir del mismo modo que lo hiciera cuando estaba solo, lo va pasar muy mal, asumiendo a la pareja como un alguien que le exige mucho más de lo que realmente quiere o está dispuesto a dar.
Y ojo con esto último, si la cosa no funciona entre dos, o si sólo funciona a medias, –que porque de repente tiene sus buenos momentos; o porque… ¡ah que rico lo pasamos cuando estamos en aquello de lo que a nadie le habremos de contar! Aun si luego no somos más que dos desconocidos, que ni la sal en la mesa nos pasamos; con semejantes perspectivas, mejor es decir: ¡Apaga y vámonos! Que si no funciona entre dos, mucho menos va funcionar cuando de dos salgan tres o los que sean. Los hijos no funcionan como remedo de una mala relación.
Hablemos claro: No puede decidirse a estar en una relación como quien va a una arena de confrontación, o a un campo de batalla, sea este real o imaginario. ¿Que por qué lo digo así? Verán, si vamos a exigirle a la pareja todo aquello que no vimos que nuestros padres se hicieran, o no se hicieran entre sí; o si nos vamos a tratar perenemente a la defensiva, con la pretensión de empoderarnos ante la posibilidad de repetir las vejaciones u ofensas que alguien de nuestro propio pasado nos infligiera, el problema no es ya de pareja, sino de uno mismo.
Porque para estar en pareja, hace falta; primero, aprender a ser y a estar con uno mismo; y para ser sinceros, no se puede estar bien con uno mismo, si no se ha hecho antes el arduo trabajo de reconciliarnos con nuestra propia historia de vida, ya que para vivir plenos en el presente, es fundamental hacer las paces con el pasado; esto significa ir ligeros de equipaje, concentrados en el aquí y ahora. Ni con exceso de pasado, ni con sobrecarga de futuro, se trata de un continuo ir y venir a un mismo tiempo; sólo aquí y ahora, y nada más.
Si vamos a estar de continuo, respondiendo y/o sobre reaccionando a todo, sobre la base de lo que alguna vez padecimos o sufrimos, terminaremos viviendo en tiempo presente, un infierno igual de agobiante que aquel que una vez incubó nuestras más grandes carencias. Lo que no es justo para uno mismo, ni mucho menos para la pareja, ni que decir para los hijos de ambos –en el caso de que ya los tengan. Como se escucha que se dice: A fuerzas, ni los zapatos entran.
Ahora bien, si te estás preguntando: ¿Y uno mismo dónde queda en todo esto del estar en pareja? Pues verán, cuando el costo de sostener una relación, cualquiera que esta sea, –lo mismo da si se trata de una relación profesional, un vínculo de amistad, una relación de pareja, incluso una relación de parentesco–. implica terminar pasando por encima de ti mismo, –pisoteando tu dignidad–, o renunciando parcial o totalmente a aspectos vitales de tu propia existencia, –como sueños, anhelos y/o realizaciones–, que por su importancia comprometen nuestro sentido de utilidad, y hasta los propósitos de vida. Hazte un favor y ten el valor o la entereza personal de sostenerte para contigo mismo, porque no hay nada más triste que una existencia carente de significado por cobardía y/o complacencia; tenlo siempre muy presente: Tu felicidad y estabilidad emocional, no son negociables.
La dignidad propia no es una opción sujeta a negociación, se trata entes bien de una prioridad impostergable; démosle pues la importancia que verdaderamente se merece y comencemos reparando nuestras propias carencias. Porque como no lo hagamos, es probable que, –lo queramos o no–, terminemos malogrando incluso lo que más nos significa o importa. Recuerda: Se trata de ser y permanecer fieles a nosotros mismos. Porque sin semejante umbral de fidelidad personal, es imposible pensar en una fidelidad compartida; después de todo, ¿qué vamos a conservar entre dos si no hemos sabido antes defender lo propio?
Estar en pareja es un periplo permanente de voluntades que acuerdan por encima de sus diferencias, apostando por la mutua comprensión y/o la necesaria aceptación de quienes somos. Lo que digo con todo propósito, porque tampoco es que para estar en pareja se tenga porque hacer pronósticos condicionados frente a expectativas sobre futuros tentativos o potenciales. Prendarse de alguien por el potencial de lo que suponemos que podría ser si tan sólo hiciera una cosa o la otra, es el modo más terriblemente frustrante de pretender permanecer con alguien. Porque ese alguien con el que se pretende permanecer, sólo existe en nuestra cabeza. Sin que ello tenga porque significar que la persona a la que amamos termine por materializar lo que quisiéramos que quien consiga o logre.
Al decidirnos a estar en pareja, es menester no olvidar que cualquier futuro potencial, sea personal o compartido, debe nacer necesariamente del auto convencimiento. Si no es así, nada de lo que pudiera ser tendrá genuinamente el sentido que nosotros mismos creemos que tiene. Semejante orden de relaciones, sólo es posible ahí donde hay sincera disposición de dialogar por sobre encima de todo, lo incómodo, lo vergonzante, lo que personalmente preferiríamos no tener porque hablarlo. Porque sólo así es que podemos desmontar expectativas y/o cariños quijotescos e inmaduros, o irrealizables, trasmutando nuestras miserias en genuinas oportunidades de mutuo crecimiento.
Comments