Declaraciones y realidades
- Redacción
- 9 dic 2024
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Declaraciones y realidades. Un comentario personal en torno a los dichos de Trump sobre México y los latinos.
Por: Emanuel del Toro.
Si bien está fuera de toda duda razonable asumir que los dimes y diretes de Donald Trump respecto a México y los latinos, son los argumentos de una persona profundamente ignorante como prejuiciosa, no es menos cierto también, que poco más de la mitad de los estadounidenses votaron para que esas fueran las políticas de gobierno que se materializaran.
En ese sentido, culpabilizar a quienes desde la ignorancia nos critican, es no sólo irresponsable, además resulta insuficiente para ofrecer una respuesta concluyente que resuelva el problema. Indignarnos porque Trump o sus más cercanos en Estados Unidos se refieran a México como un narcoestado, puede resultar un señalamiento que exalte nuestro más ferviente sentimiento nacionalista. Sin embargo, más valdría ser mucho más autocríticos y comenzar por hacernos cargo de nuestra propia responsabilidad al respecto.
Si bien lo expresado resulta una crítica desproporcionada que no refleja puntualmente las condiciones de lo que la teoría política consigna como un “narcoestado”, es decir, –según la definición de Kristin Myers–, un país cuyas instituciones políticas se encuentran influenciadas de manera importante por el poder y los recursos del narco, y cuyos dirigentes desempeñan simultáneamente, tanto cargos políticos formales, como liderazgos dentro de las redes del crimen organizado. Y si bien semejante crítica puede resultar un tanto exagerada, no es menos cierto que cada vez es más frecuente y/o evidente, la alta penetración que el crimen organizado está teniendo en diversos órdenes de gobierno. Al respecto, parece haber indicios claros de que varias gubernaturas y/o presidencias municipales sostienen pactos de tal naturaleza hoy en día.
Si bien una cosa es reconocer la naturaleza tendenciosa y/o sesgada de las declaraciones hechas por Trump, otra muy distinta es desconocer las razones que dan credibilidad a las acusaciones respecto a que México no hace realmente nada para combatir eficientemente el problema del narco. Lo que termina teniendo una incidencia por demás complicada sobre la política doméstica americana. Reconocer nuestra propia responsabilidad al respecto, es necesariamente el primer paso para redoblar esfuerzos en nuestro combate al crimen organizado, pero también en nuestras posibilidades reales de ofrecer respuestas consecuentes.
No podemos seguir prevaleciendo en esa persistente disociación entre reconocer que aquí no hay quien puede vivir como resultado de un incremento exponencial de la violencia, y la consigna de indignarnos porque los vecinos americanos decidan poner el dedo en la llaga para decir por todo lo alto lo más evidente: hemos sido negligentes con nuestro modo de atender el tema del narco. Una visión que a todas luces está por demás justificada para el gran público estadounidense, mismo que diario recibe información de los medios, respecto a la violencia, la corrupción y la inseguridad que genera el narco. Todo un caudal de problemáticas sobre las que por su profundidad y complejidad, nadie tiene ganas de ocuparse, como no sea en el plano político.
Finalmente está por demás decir que la política exterior de cualquier país opera en función de intereses. La cuestión es que en este momento se están gestando en Estados Unidos las condiciones para una animadversión contra el Tratado de libre comercio tal y como lo conocemos. Posicionados los conservadores en el Capitolio, hoy la posición de Estados Unidos se cierne en torno a aprovechar lo mejor de ambos mundos, proteccionismo y libre comercio; por un lado muestran predilección en su pretensión de proteger sus fronteras frente al intercambio comercial con el exterior; por otro lado, creen poder aprovechar las posibilidades de controlar a su modo el paso de lo que necesiten.
Semejante lógica puede ser todo lo discutible que se quiera, de acuerdo, pero es un hecho que hoy por hoy, ese y no otro es el tipo de pensamiento que se está posicionando. La realidad obliga, y nuestra relación con los Estados Unidos pesa por la profunda interdependencia que la caracteriza. Para decirlo con total y llana claridad, nuestros márgenes de maniobra son por demás diferenciados, tanto por nuestros intereses, como por nuestras capacidades operativas. Así mientras México eligió de lleno la estrategia de una integración económico-productiva con el norte, para el norte mismo está claro que en el acto hemos descuidado como nunca antes la integración de nuestros intereses territoriales y/o de seguridad en común.
Desconocer todas y cada una de las implicaciones que la violencia, la inseguridad y la corrupción generan sobre nuestras perspectivas de desarrollo económico, sólo promete seguirnos dando más problemas que beneficios. Urge pues que cambiones nuestra posición al respecto, y dejemos de vernos como víctimas, para entrar de lleno a asumir nuestra responsabilidad al respecto.
Quizá si lo hacemos, hallemos en ello las claves para comprender, por qué es que un pensamiento tan corto de miras como el exhibido por Trump para referirse a México y/o los latinos, ha recalado con tal éxito como lo ha hecho. Es pues momento de sacarnos la mirada de lo estrictamente propio, y comenzar a apostar por un juicio más autocritico y equilibrado de la cuestión, porque como no lo hagamos, seguiremos quedando muy por debajo de nuestras propias perspectivas de renegociar y/o mantener nuestra relación en los términos hasta ahora conocidos.
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