La Querencia. Cuando el sol muere

Por: Desiderio Calvario Miramontes.

Para la familia Ramírez Calvario, de quienes viví la querencia.

No recuerdo que edad tenía cuando este poste de electricidad llegó aquí, sólo recuerdo antes de que eso sucediera, que cuando queríamos ver la televisión mi tío nos decía, <<veanla, ahí está. Nada más no la prendan>>, acto seguido mis primos soltaban la risa. Cada fin de semana posible mi hermano y yo, nos íbamos a casa de mi abuela a jugar con mis primos en el corral para esperar que mi tío llegara por ellos y mi tía, y entonces emprender el viaje en "la tinta", una Ford F-350 lo más seguro que algún modelo entre 1987 y 1989 o incluso del 90. Nosotros por supuesto en la parte trasera de la camioneta donde transportaban el ganado porque iríamos gritando por el camino la consigna que llevaría a la alcaldía villalvarense al entonces candidato: “Vota por Rolón, vota por Rolón”, gracias a ello, junto con Don Alfonso en la presidencia municipal, se hicieron las gestiones para que ese poste de CFE fuera recibido con tanta alegría, pues al fin el televisor encendería y el radio transmisor que sintonizaba la XEBCO a partir de las 4 am y llegadas las 5 am cambiaba a la XERL al Amanecer Ranchero, diría adiós a las baterías, allá en el Centenario II, del cual era ranchero y caporal Pedro Ramírez <<Y>> Ramírez, quien en algún momento de su vida también lo fuera en el rancho El Zoyate de Antonio Aguilar, al menos, así nos lo decía y decidimos creerlo mi hermano y yo, pues no dudamos de su palabra a tan corta edad. Por su parte, mi tía Silvia se encargaba de prepararnos las leguminosas que en casa mi madre no podía hacer que nos comiéramos y a discreción le encomendaba la despensa. Sería el sazón de mi tía, el ambiente del campo entre mugidos, cacareos, graznidos, gruñidos, relinchos y ladridos o sería la combinación de todo. Lo cierto es que sigue cocinando sabroso.

Cuando por cuenta propia llegábamos a la leche caliente, trás haber atravesado potreros en compañía de nuestro padre, quien nos enseñó los distintos caminos y formas de llegar ahí, al atravesar el umbral del portón y voltear a la izquierda nos encontrábamos a mi tía, quien desde muy temprano ya estaba lavando en el lavadero junto al baño que lo mismo servía de fregadero y baño colectivo para bañarnos todos los primos con el agua templada de la pila sobré todo en la madrugada antes de ir a la escuela. Descubrir que en el corral ya quedaban pocas vacas para ordeñar porque también se habían dado cita otros familiares y amistades, lo mismo que empresarios y políticos, era relajo seguro, porque al último que llegará alcanzaría “nada más la del toro”.

De las últimas veces que fui a ayudar de becerrero, ya no era el mismo ambiente, pues nos encontramos con la noticia que venderían el rancho para construir casas, pero que mis tíos y mis primos podrían seguir viviendo ahí hasta que los alcanzará la mancha urbana. Primero llegó el edificio nuevo del IMSS en la propiedad vecina, al pie del lienzo divisorio, sólo fue cuestión de tiempo para que únicamente los animales se quedarán ahí y la familia buscará una casa en alguna colonia de la ciudad, después mi tío por las tardes se ausentaba de la casa y se iba al potrero, o lo que quedara de él, mientras venían a su mente los recuerdos que su memoria le ofrecía y lloraba en silencio, recordando esa estrofa del corrido el cantador:

<<Por eso cuando el sol muere / y la luna va a salir / me voy hasta aquel potrero / mis recuerdos a vivir.>>

Cuando el poste llegó, el pino apenas alcanzaba a llegar al techo, hoy, el poste ya no tiene el transformador, el pino ha duplicado su altura y yo, sólo estuve ahí trayendo a la memoria mi infancia, en el lugar que no habitaba y fuí feliz.