Ágora: Aranceles y percepciones
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Aranceles y percepciones. Un comentario personal en torno a la relación México – Estados Unidos en la actual coyuntura política.
Por: Emanuel del Toro.
México tiene cerca de una veintena de días para analizar las razones de Trump para proceder como es que pretende proceder, y demostrar en cambio que, México es aliado y no adversario; para el caso, está fuera de toda duda que es mejor intentar comprenderlo, que juzgarlo y padecerlo.
Porque como ya he dicho en otras ocasiones en las que he tocado este mismo tema, la actual coyuntura exige mesura y/o mucha inteligencia y cálculo, es decir, desmarcarse sí o sí, de las coordenadas de lo ideológico, y apostar por un enfoque centrado en el pragmatismo utilitario; se trata pues de capitalizar las ventajas de nuestra vecindad con los Estados Unidos, antes que exacerbar nuestras diferencias, la mayoría de las cuales son meramente discursivas.
Habría que comenzar reconociendo lo hecho por la presidente Claudia Sheinbaum; al menos de modo provisional ha terminado consiguiendo impedir la imposición de tarifas de EEUU, en contra de productos mexicanos. Un logro momentáneo, que habiendo parecido inimaginable en un inicio, ha conseguido a un mismo tiempo, poner en perspectiva la responsabilidad y/o la pericia de la presidente de México, la cual ha terminado apostando, –como no podía ser de otro modo–, por una lógica centrada en los intereses estratégicos del país.
Asímismo, habría que destacar que sabedora de la profundidad, como del impacto mutuo que la relación política-comercial tiene para ambos países, la presidente de México, ha tenido en claro la importancia de mantener el proceso de integración con los Estados Unidos. Lo que no podría ser de otro modo, porque ya yo mismo había apuntado al respecto: La realidad obliga. Tal es el peso de la relación México-Estados Unidos, que resultaría fuera de toda proporción optar por una lógica distinta a la ejercida por el gobierno mexicano.
Para decirlo claramente: La interrupción de dicha relación habría terminado significando, una crisis productiva de proporciones épicas, capaz de arrastrar la capacidad económica de México; hablando en claro: De haber entrado en vigor las tarifas, habría sido cuestión de tiempo para que las cabezas de numerosas empresas instaladas en México, anunciaran planes de retiro y/o suspensión de inversiones, para intentar calmar las preocupaciones de los mercados.
De casualidad no es que la lógica subyacente en el proceder de la presidente de México, obedezca en buena medida a la utilidad práctica de reconocer que no será apostando por chovinismos nacionalistas de despreciar lo foráneo, al tiempo que sobrevalora lo propio, –como es que hiciera el propio Justin Trudeau para el caso de Canadá–, que se consiga el mejor equilibrio posible para México. De ahí que su respuesta al respecto, terminara siendo una exhibición de mesura y prudencia personal, al reconocer que si bien se tien un Plan México para promover la producción del país y hay que continuarlo: El proceso de integración y apertura comercial con Estados Unidos es benéfico para México y, –no sería ni útil ni deseable–, hacer nada para lastimarlo.
Para el caso, la elección ejercida por México resulta además un triunfo táctico, toda vez que existe un mundo de distancia entre tener una estrategia clara y encontrar una línea de acción verdaderamente consecuente con los intereses nacionales. La lección es por demás formidable para propios y extraños: La colaboración y el mutuo entendimiento suma siempre más que la exacerbación de las diferencias. Ha prevalecido la mesura y el sentido común, pero también la propia dignidad. Lo que se dice mucho más fácil de lo que en realidad es, pero que sin duda pone en perspectiva la capacidad diplomática y/o el margen de maniobra que se abre para cualquier actor internacional, –aún si se trata de uno de mediano alcance con México–, cuando se opera bajo la lógica de lo estratégico,
Que sí, que queda todavía mucho por decir, ni dudarlo. Pero al menos de momento el panorama resulta prometedor para ambos países. Esperemos que las cosas se mantengan como hasta ahora y que siga prevaleciendo la inteligencia y/o el mutuo respeto, porque como no sea así, los resultados podrían ser por demás negativos, no sólo para México. Ya que insisto, es tal la mutua integración de México para con Estados Unidos y viceversa, que resultaría prácticamente imposible imaginar un escenario en el que ambos países decidan irse por la libre.
Al final, que la realidad obliga… en dicha relación, es una cuestión por demás difícil de ignorar. Esperemos que ambos gobiernos se mantengan en la lógica hasta ahora observada. Ahí es donde se verá de qué es que están hechos ambos actores. Porque lo que hasta ahora se ha visto, no es más que una tregua, un equilibrio provisional, frente al que todavía restan cuatro años, habrá pues que poner las barbas a remojar y prepararse para una ardua labor de mutuo entendimiento, más que por el sojuzgamiento y/o la perenne confrontación.
Lo que si resulta inobjetable, es que pese a todo lo dicho, –sobre todo por el mandatario estadounidense–, son mayores nuestras coincidencias y mutuas conveniencias, que nuestras diferencias. No es pues momento de dejarse arrastrar por extremismos ideológicos, que si bien podrán resultar todo lo que se quiera de efectivos en términos de captar el interés de la opinión pública de ambos países, traen mucho más inconvenientes de los realmente necesarios.
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