Ágora: Relaciones de pareja y perspectivas de vida
- Emanuel del Toro
- 12 ago 2024
- 4 Min. de lectura

* Relaciones de pareja y perspectivas de vida. Un comentario personal en torno a los límites vivenciales en una relación afectiva.
Por Emanuel del Toro.
El problema de las mujeres con complejo de mecánico, es que se prendan de hombres como si de proyectos de reacondicionamiento o restauración se trataran; se encariñan tanto con el auto recién adquirido –por más averiado que el mismo esté–, que terminan más enamoradas del futuro potencial que le ven, que de lo que en ese momento tienen; creyendo que ellas tienen las habilidades y/o el talento necesarios para hacer rendir el auto a su máximo potencial.
Así es muy fácil llegar a decepcionarse y rendirse, –si las cosas no salen como se quisiera–; o incluso terminar aburriéndose del proyecto que en ese momento se tiene, y cambiándolo por uno nuevo, –si es que las cosas salen medianamente bien con los cambios que se pretende generar–, cuando a lo que se apuesta es a potencialidades futuras y no a hechos o realidades presentes, todo resulta tan incierto como escabroso; en ambas circunstancias se termina perdiendo de vista que en una pareja, el énfasis tiene que estar puesto, no sobre la persona con la que se decide involucrarse, sino sobre lo que entre ambos tienen.
El auténtico amor, el cariño más sincero posible, es la llana aceptación incondicional de la pareja, así tal cual es, –con sus virtudes y defectos, lo mismo que con sus talentos e insuficiencias, como también con todas sus heridas e irracionalidades y carencias–, porque al amar de lo que se trata, es de apostar a construir un lazo indisoluble de complicidades y singulares compartidas, que se alimente de modo recíproco de cariño, gratitud, buena comunicación y comprensión, pero también de alegría, lealtad, compromiso y humana solidaridad.
Lo que no significa que cual no deba o pueda tener sus propias expectativas de lo que espera en una pareja, como de lo que establecer una relación significa, o incluso de lo que espera a futuro. Porque expectativas y/o estándares de valores, de visiones y/o de proyectos de vida, los tiene todo el mundo, y es sano que así sea. En ese sentido, no hay nada más importante que saber lo que se quiere, pero también lo que está dispuesto a dar o a ceder con alguien para estar en pareja.
Asimismo, tampoco significa que no se pueda llegar a intervenir como apoyo con la pareja, cuando esté atravesando contrariedades o haciendo frente a sus propios demonios o conflictos, pero tiene que quedar bien en claro que la responsabilidad primordial por transmutar las carencias y heridas, en lecciones de vida y/o en nuevas virtudes o áreas de oportunidad para crecer y madurar para superarse, es una responsabilidad que debemos emprender todos a título personal por igual. Porque si sólo una parte de la ecuación amorosa pone el todo por el todo, mientras el otro se duerme en sus laureles o como se dice en la calle: nada de muertito; incluso volviéndose una carga. Ahí no hay pareja, sino una simbiosis parasitaria y probablemente hasta una codependencia.
El único camino potencial sobre el que se tiene potestad, –y eso a medias, porque siempre hay muchas condicionalidades que pueden trastocarlo todo–, es el propio. Los proyectos mutuos y/o las realizaciones compartidas existen, ni dudarlo. Después de todo estar en pareja es justamente eso, empatar expectativas de vida, como establecer nuevos horizontes a partir de los propios, horizontes mutuamente compartidos. Pero para que auténticamente resulten, todas y cada una de esas realizaciones deben tener asidero en el presente, en caso contrario, aún si no es nuestro cometido malograrlas, es altamente probable que terminen haciéndose pedazos incluso antes de poderlas llevar a cabo.
No hay peor modo de vivir lo presente, que empeñando nuestras posibilidades de ser felices a futuros sobre los que no hay nada escrito. Porque no hay manera más fácil de desilusionarse de la vida, que perdiendo lo que es, por lo que nos gustaría que fuera. No estoy por ello diciendo que se tenga porque renunciar a planear lo que nos gustaría que fuera más delante, pero concentrar demasiadas energías en futuros potenciales, y encima hacerlo infravalorando las condiciones presentes, no es un buen modo de avanzar por la vida.
Si de lo que se trata al estar en pareja, es de coincidir con una persona con la suficiente cantidad de afinidades, como para pensar que no sólo son capaces de encontrarse y reconocerse, sino además de construir un camino compartido, está claro que el énfasis de la relación debe estar puesta en lo que ambos integrantes de la pareja pueden hacer mutuamente para que la relación que establecen prospere, y no sobre la encomienda de volver a la persona con la que se coincide una extensión de nuestro propio ego. Porque aunque no se lo diga así, eso es lo que ponen en evidencia aquellos que se empeñan en volver a la persona con la que están, alguien que no es, sólo porque están genuinamente convencidas de que pueden volverse mejores personas de las que ahora mismo son.
Porque hay un abismo de diferencia entre motivar y/o alentar a quien se ama a que mejore sus aptitudes y talentos para que le vaya mejor en la vida, y quererlo llevar a que cambie, sólo porque estamos convencidos de que somos capaces de hacerlo mejor. Cual si se pensara que nuestra más importante encomienda al formar parte en sus vidas, fuera la de hacerles rendir el talento propio que por distintos motivos no han sido capaces de desarrollar por sí mismos. Ahora que bien, eso no debiera terminar conduciéndonos al escenario contrario, es decir a la idea de que como la persona con la que estamos no rinde su máximo potencial, uno sea quien deba rebajar sus propias capacidades o talentos.
Finalmente estar en pareja se trata de coincidir en el presente, pero también de potenciar mutuamente capacidades, sabiendo a un mismo tiempo respetar limitaciones o inhibiciones. Acudir al encuentro de otra persona tomándola como un proyecto personal de mejora, por mucho que genuinamente se le quiera ayudar a mejorar, ya sea porque se le ama, lo mismo que porque se piensa que podría ser potencialmente alguien mucho mejor, no es un modo sano de vincularnos emocionalmente. De ese modo es muy fácil llegar a sentirnos defraudados y/o decepcionados si nada de lo que potencialmente podría ser se cumple.
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