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Ágora: Sanar precisa justicia amorosa

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 13 dic 2021
  • 4 Min. de lectura

Por Emanuel del Toro

Sanar precisa justicia amorosa


Este año he dedicado buena parte de mis reflexiones públicas a destacar la importancia de la salud emocional, bajo la premisa de que la búsqueda por mejorar la calidad de nuestra vida pública, pasa necesariamente por aprender a resolver no sólo las consecuencias de nuestra convivencia social, sino también y fundamentalmente las consecuencias de lo propio. Después de todo, es difícil pensar que podremos dar en lo colectivo algo mejor que lo que hasta este punto hemos dado, ahí donde no hayamos hecho el esfuerzo por resolver los conflictos personales, que huelga decir, no pocos de tales conflictos tienen su propia base en los desequilibrios sociales que la deficiente gestión de lo público ocasiona.

Y aunque es un hecho también, que buena parte de mis reflexiones se orientan al valor que en ello tiene denunciar oportunamente cuanto abuso de lo público se da, para generar la posibilidad de cuestionar y frenar abusos, no menos cierto es que poco o nada se habrá de conseguir, –aun si denunciamos rutinariamente los excesos–, si no aprendemos de paso a ser mucho más flexibles y autoindulgentes con lo que toca a nuestros propios errores. Esto es actuar con justicia amorosa, para dejar atrás aquellas condicionalidades que en otro punto de nuestras vidas han frenado nuestra plena autorrealización.

Para decirlo claramente, una vida pública equilibrada, sólo habrá de resultar posible cuando le otorguemos a salud emocional personal, la misma importancia que se le otorga en lo público al cumplimiento de nuestras instituciones. Después de todo, se diga o no, la calidad de nuestros gobiernos depende no sólo de la solvencia institucional de sus reglas, sino también de la calidad en los perfiles humanos que finalmente se hacen con el control del Estado.

De ahí la importancia de pensar en la salud emocional propia, como una razón pública de suma importancia. Porque la calidad del tejido social termina siendo también la calidad de los gobiernos que nos permitimos. Casualidad no debe ser que con frecuencia la sabiduría pública nos recuerda que cada sociedad tiene literalmente el gobierno que se merece. Pero qué significa actuar con justicia amorosa, o ser autoindulgentes con nuestros tropiezos para superarlos.

Actuar con justicia amorosa para sanar, es aprender a perdonar cuando todavía nos importa; perdonar cuando los agravios ya no importan, es no haber comprendido que sólo aprendemos en la medida que asumimos los costos emocionales de lo vivido. Significa actuar para reparar, no para sojuzgar. Resolver en qué medida cumplimos semejante responsabilidad, nos da una imagen clara del progreso conseguido para sanar nuestras heridas.

Actuar con justicia amorosa para sanar, es tener presente que no olvidar debe servir no sólo para evitar reincidencia de heridas, sino fundamentalmente para reparar las condiciones que ya antes han comprometido nuestra estabilidad emocional. De otro modo, por mucho que seamos capaces de comprender los motivos por los cuales hemos resultado lastimados antes, es ampliamente probable que nos veamos reeditando una y otra vez problemas parecidos.

Actuar con justicia amorosa para sanar, es aprender a perdonar y perdonarnos, con la fecunda integridad de no sentirnos culpables por lo vivido y sí en cambio, comprometidos a instaurar una mutua dignidad personal y social como fundamentos de una vida libre de inhibiciones para cultivar nuestra plenitud. Sanar en cualquier caso pasa necesariamente por reconciliarnos con nosotros mismos para ir siempre ligeros de equipaje, libres de ataduras.

Actuar con justicia amorosa para sanar, implica tener la entereza y valentía suficientes para visibilizar la violencia vivida, con la certeza de que ni la justificamos, ni la volveremos a permitir, porque sólo en la medida que somos capaces de reconocer cabalmente los agravios recibidos y/o cometidos, estaremos en posibilidades de establecer nuevos acuerdos; primero con nosotros mismos; luego con nuestro entorno inmediato, hasta el punto de ser capaces de transformar radicalmente nuestras relaciones personales, familiares y sociales.

Acuerdos siempre flexibles y/o provisiones y susceptibles de revisión, que en la vida hay realmente muy poco que merezca ser definitivo, pero nuestra mutua dignificación personal y colectiva es sin duda alguna la más fundamental. Si nuestra estabilidad emocional no es negociable, sanar precisa justicia amorosa. Porque el amor propio es siempre inversamente proporcional a la toxicidad que eres capaz de soportar en cualquier ámbito de la vida.

Si vas a ejercitar la resistencia, que sea porque cumples la irrenunciable tarea de ser tu mejor versión, y no porque claudicas de continuo con la más elemental justicia amorosa que existe, la de posicionar tu bienestar y tranquilidad personal como una prioridad. Que no puede ser de otro modo, porque para amar a quienes te son fundamentales, es preciso hacerlo desde la plena autonomía decisional para renunciar a todo tipo de atavismos y sesgos.

Que si, que podrá dar miedo intentar las cosas como jamás lo intentaste, de acuerdo, pero nada puede dar más miedo que el hecho mismo de que por miedo no hagas nada; nada educa mejor que el ejemplo que se vive. Podrás dar muchas palabras de aliento para que quienes amas no desfallezcan y sean capaces de resolver sus propios problemas, pero sólo en la medida que estableces la senda de un nuevo aprendizaje, es que haremos realmente una diferencia.

Agregaría además que no se puede ser buena persona si no comienzas a serlo contigo mismo, cuidándote como la prioridad que eres. Eso de tolerar cualquier cosa por llevar como se dice, la fiesta en paz, –algo que hacemos con mucha más frecuencia de la aconsejable–, no es ser buena gente, sino poco gentil y/o considerado con la persona más importante que sobre tu propia hay: tú mismo. Y no habrá justicia amorosa que alcance en el encuentro con otros, si antes no aprendes a ejercerla contigo mismo; es cierto, no pocos abusivos, emocionalmente mediocres y manipuladores, intentarán decirte para seguirte pasando por encima si se ven descubiertos en su mezquindad, que quien ama perdona, pero no olvides también, que semejante lógica sólo tiene sentido cuando comprendes que quien verdaderamente ama, no traiciona.

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